"Yo o el caos", la estrategia de Rajoy para seguir en el poder

Internacionales
El presidente pretende aferrarse al cargo y plantear un escenario en el que sólo él encarnaría la estabilidad del país.




 

Mariano Rajoy, presidente de España.

A lo largo de su carrera Mariano Rajoy convirtió en legendaria su capacidad para mantener la mente fría en momentos dramáticos. Es un hombre paciente, casi impasible, que se agranda en la incertidumbre porque sabe convivir con ella mientras los demás se desesperan alrededor de él.

Herido por una victoria pírrica en las elecciones del 20-D, el presidente español recurre otra vez al libreto del sobreviviente y se propone atrincherarse en el gobierno aunque haya fracasado en sus primeros intentos de construir una mayoría parlamentaria. Resistirá incluso si la parálisis política obliga a convocar otros comicios en el primer semestre de 2016. Lo dejó claro ayer en una conferencia de prensa en la Moncloa. "Si se repiten las elecciones, yo seré el candidato del Partido Popular (PP)", anunció.

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Pidió también al socialismo (sin nombrarlo) que aceptara formar una coalición de "amplio espectro" para que haya un "gobierno estable por cuatro años".

Los socialistas le dijeron que no hasta en la cara. Pero él juega a transferirles la presión. En su entorno le ponen un nombre a la estrategia del presidente: "Yo o el caos".

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Rajoy sabe que el líder del PSOE, Pedro Sánchez, está maniatado por la resistencia de un sector pesado de su propio partido, que le puso límites casi incumplibles para pactar un gobierno progresista con los indignados de Podemos.

Su juego consiste en aumentar la incomodidad de Sánchez al ofrecer una inédita coalición entre PP, PSOE y los liberales de Ciudadanos, en contraposición con una alternativa que supondría -en sus palabras- "entregar el poder a quienes quieren romper España", en alusión al proyecto de Podemos de convocar un referéndum en Cataluña.

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Así será el discurso oficial en las semanas de discusión política que se avecinan: ligar al socialismo con el desgobierno, el populismo, los desafíos separatistas, el peligro de recaer en la crisis financiera. Y presentar al PP como único garante de la estabilidad.

"Lo que propongo es la posición que más se acerca a la que los españoles han dicho en las urnas. España necesita una administración con apoyo parlamentario amplio y capaz de dar certidumbre dentro y fuera del país", insistió Rajoy.

El PP obtuvo el domingo 20 el 28,9% de los votos y 123 bancas (62 menos que las que tenía). Se quedó a 53 diputados de la mayoría. La única opción para que Rajoy sea reelegido pasa porque el PSOE (90 escaños) lo apoye o se abstenga en la sesión de investidura, prevista para fines de enero.

Toda la cúpula del socialismo ya había ratificado el lunes por escrito que votará por el no de manera rotunda y definitiva. "El PP representa inmovilismo, imposición y desigualdad. No pactaremos con ellos", reforzó ayer César Luena, el número dos de Sánchez, en respuesta a Rajoy.

Al presidente no le da vértigo. Se tomó los últimos días para recibir en su despacho a Sánchez, a Pablo Iglesias (Podemos) y a Albert Rivera (Ciudadanos). Se muestra en el centro de las negociaciones, pese a que sólo cosechó rechazos. Para él, su mayor triunfo en los últimos 10 días de incertidumbre fue haber blindado el liderazgo en el PP. Nadie se postula para ocupar su lugar. Ni se menciona la opción de reemplazarlo por otro candidato antes de la investidura como ofrenda para que el PSOE revise su postura. "No está en discusión esa posibilidad", respondió ayer el propio Rajoy.

Cree que unas nuevas elecciones tampoco serían un drama. Con el escenario actual, los analistas de opinión pública suponen que el PP podría aumentar su caudal de votos a costa de Ciudadanos, cuya postura quedó debilitada al quedarse sin peso para influir en los pactos.

Rajoy seguirá a cargo de la presidencia, con funciones limitadas, hasta que alguien tenga una mayoría para reemplazarlo. Ayer confirmó que su intención es que el rey Felipe VI le encargue formar gobierno y presentarse ante el Congreso para la sesión de investidura, incluso si no tuviera asegurados los votos necesarios. Si fracasa, Sánchez tendrá dos meses para gestionar un difícil acuerdo con Podemos y otras fuerzas. Vencido ese plazo, la salida obligada es repetir las elecciones. La crisis se extendería por lo menos hasta junio.

En el PP apuestan a que el desconcierto político pasará facturas a sus rivales. "No me voy a cansar de pedir consenso para preservar los valores constitucionales y el interés general", sostuvo ayer Rajoy, fiel al guión. No prevé moverse de ahí, al menos mientras constate que sus adversarios también siguen bloqueados.
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