La chimenea de Callejón Gómez, un fragmento de la historia de San Juan

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San Juan está repleto de pequeños rincones que cuentan un pedacito de la historia de la provincia. Muchos de ellos conforman el Patrimonio Cultural de San Juan e integran recorridos turísticos. Uno de ellos es la Ruinas de la bodega Jaquemín, cuyo icono es la chimenea que queda sobre el conocido callejón Gómez y se ha transformado en un testimonio una época de esplendor en la vitivinicultura local.






El origen de la chimenea de la Ruinas de la bodega Jaquemín se ubica entre 1910 y 1920, y  conforma parte del Patrimonio Industrial de Rivadavia y de la provincia. Esto solo es por representar un hito con valores histórico, tecnológicos y arquitectónicos que surgieron entorno a una actividad industrial de la vitivinicultura, sino también porque a sus valores tangibles se suma que es la única de su tipo dentro de la provincia de San Juan que permanece en pie en la margen de una vía pública y que ha subsistido en gran parte a todos los terremotos hasta ahora ocurridos en la provincia. La arteria en donde se encuentra ubicada esta chimenea fue pavimentada varios años, pero aún es llamada por los como el callejón Gómez en honor a quien fuera su propietario hace más de 100 años.

El lugar donde está instalada la interesante construcción pertenecía Pedro Pablo Gómez, quién loteó y vendió el terreno. Eloisa Recabarren compró uno de los lotes e instaló una bodega de vinos bouquet. Esta con el paso del tiempo pasó a pertenecer a los hermanos franceses, Pedro y Luis Jaquemín, quienes emplazaron una moderna destilería de alcohol puro y coñac que exportaban generalmente a Francia.

Los hermanos Jaquemín como novedad e innovación trajeron una caldera inglesa, y la ubicaron en el costado oeste de la bodega. Desde esta caldera se transportaban los gases y el humo a través de una tubería que desembocaba en la chimenea, que de largo sobrepasa los 40 metros de altura. Con el terremoto de 1944 su cúspide se desplomó, aunque algo de esta se conserva en la actualidad. Allí en lo alto aún puede verse el hollín pegado en los ladrillo como un testimonio que hace referencia a su pasado en actividad.

A pesar de que las instalaciones eran modernas y los Jaquemín tenían un gran cuerpo de empleados, la bodega no estaba en funcionamiento constante. Esto se debía a que los permisos para destilar alcohol se deban de producción en producción y estos eran demorosos.
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