El pueblo adonde el agua llega gracias al trabajo solidario

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Sus pobladores construyen cisternas para evitar tener que caminar kilómetros en su búsqueda; se estima que, en la Argentina, unas 100.000 familias de zonas rurales no acceden al servicio.


Agua, solidaridad y trabajo son sinónimos en este pueblo, 300 kilómetros al norte de la capital provincial, en pleno Chaco Americano, en el límite con Salta. Y las cisternas forman parte de su paisaje. Estos tanques de 10.000 litros, que empezaron a construirse hace dos años, son su única manera de no tener que caminar horas para acarrear agua para consumir desde el río.


En esta localidad viven unas 500 personas, dispersas en un paisaje polvoriento atravesado por el Salado, un río que crece entre enero y abril, pero cuya agua no logra acumularse porque faltan obras.

El programa Sed Cero -una plataforma colaborativa entre organismos estatales, ONG y empresas privadas- capacitó y financió a los pobladores para construir cisternas de ferrocemento, de 10.000 litros, con el fin de recolectar agua de lluvia.

La familia de María Magdalena Luna y Matías Villalba estuvo entre las primeras que tuvieron una cisterna en este paraje. Antes de que construyeran ese tanque, cuando él llegaba de trabajar a la noche hacía varios viajes al río en su moto para traer, en cada uno de ellos, dos bidones de 20 litros de agua.

"Apenas alcanzaba", dice. Y agrega: "La de la cisterna la usamos sólo para beber, le agrego unas gotas de lavandina, como nos enseñaron. Ganamos tiempo y también tranquilidad porque ahora sé qué agua toman los chicos".

Ella y sus hijos hacían 14 kilómetros a pie para ir hasta el río. Todo ese esfuerzo era para que cada uno pudiera usar 40 o 50 litros diarios en un lugar donde la temperatura con facilidad llega a los 40 grados. En la ciudad de Córdoba, el promedio de consumo diario es de 350 litros por persona en invierno.

Sed Cero estima que en el país hay unas 100.000 familias sin acceso al agua. En su mayoría forman parte de una población rural ubicada en el Chaco Americano, región que se extiende desde el norte cordobés y comprende Bolivia y Paraguay. El programa entiende el acceso al agua como una oportunidad para generar un cambio sustancial en las comunidades. "Es una puerta de entrada, un habilitante para trabajar en otras áreas", dice el coordinador del proyecto aquí, Nicolás Avellaneda.

Fátima González está por unos días en la casa de sus padres, que tiene cisterna. Ella, su pareja y sus tres hijos viven en el paraje Brea Pozo, a unos 15 kilómetros de aquí. "No hay nada de nada; sólo cinco casas. Para comprar hay que hacer tres kilómetros, y ocho para ir a la escuela -describe-. Vamos a hacer un tanque allá, así estamos mejor".

La pelea por el agua en esta parte del monte santiagueño lleva años. Lucrecia Gil Villanueva, que integra Sed Cero por la Secretaría de Agricultura Familiar de la Nación, llegó al lugar en 1999, cuando se excavaron pozos surgentes. "Lo primero que había que resolver era el acceso al agua; la calidad quedaba pendiente", recuerda. La Fundación Avina, que integra también Sed Cero, financió las perforaciones piloto, que llegan hasta los 120 metros de profundidad, para evitar el arsénico de las capas superiores.

Necesidades


En el marco de Sed Cero -que integran el Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria (INTA), el Ministerio de Agua de Santiago del Estero, la Universidad Nacional de Córdoba (UNC) y la Tecnológica, asociaciones campesinas, la comisión municipal de Boquerón y Avina y tiene el financiamiento de la empresa Danone- se construyeron un centenar de cisternas, la mayoría en Candelaria. También hay en otras localidades como Taco Ruyoj, Tacio, Consuelo y Villa Matoque.

Las cisternas, además del reservorio, incluyen una bomba manual y chapas acanaladas para ampliar la captación de agua.

En Huachana, un paraje cercano, las mujeres se organizaron y consiguieron financiamiento del gobierno provincial para construir 16 tanques. "La idea es que haya transferencia de conocimiento, contagio. Esto no es un proyecto llave en mano. La comunidad debe comprometerse y trabajar", explica Avellaneda.

"Nos falta muchísimo. Estamos «fundidos» de agua", resume Inés Eren, presidenta de la Asociación Civil Candelaria, la organización campesina involucrada en la iniciativa. Su antecesor, René González, subraya: "Avanzamos con la convicción de que, organizados y con solidaridad, podíamos cumplir el gran anhelo de tener agua. Se puede hacer mucho en grupo".

Aunque el agua del Salado es dulce tiene problemas bacteriológicos y las napas están contaminadas con arsénico. Las mediciones de la Facultad de Ciencias Químicas de la UNC marcan que a 80 metros de profundidad hay 0,5 miligramos por litro, cuando el máximo valor permitido por el Código Alimentario Argentino es de 0,01.

Sin acceder a una cisterna, la alternativa para los vecinos es comprar con 400 pesos 1000 litros de agua que provee un camión o acumularla en aljibes de unos 2000 litros. La mayoría la almacena en tachos.

La vecina Reina Luna apunta que tienen "voluntad y ganas", pero "faltan recursos". Se lamenta de un "Estado ausente", por ejemplo para que los 170 chicos que asisten a la escuela -vienen también de otros parajes de alrededor- tengan agua. Hay una cisterna del programa, pero es insuficiente. "Terminan yendo al baño al monte", resume.

Una obra que genera expectativas


En Boquerón, a 45 kilómetros de Candelaria, hay un tanque de 60.000 litros que se llena por una toma del río. Dos camiones de la comuna distribuyen agua entre los vecinos. "Estamos ampliando la capacidad de bombeo y filtrado", dice Juan Cuello, presidente comunal.

Allí festejan que la construcción del azud de Cruz Bajada, que financia el gobierno nacional, los beneficia de manera indirecta. El camino a Candelaria será de ripio, se regularán las crecidas del río Salado y la obra dará acceso al agua a varias poblaciones. Son unos 1200 millones de pesos que beneficiarán a una de las zonas más pobres de Santiago del Estero. Distintas organizaciones campesinas gestionan que la obra incluya algunas bocas en la zona de pequeños productores, como Candelaria y otros parajes.

Fuente: La Nación
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