Volver en el recuerdo de Malvinas para subsanar viejas heridas

Reencontrarse con una parte del pasado para muchos no es fácil, pero a la vez necesario. Este es el caso de  Miguel Ángel Montaño, quien visitó por primera vez las Islas Malvinas y honrar la memoria de su hermano Agustín Montaño, primer sanjuanino caído en esta guerra. De esta manera no solo cerró un duelo, sino aliviar la carga del recuerdo que desde 1982 pesaba sobre Miguel.

Volver al recuerdo no es fácil, sobre todo si es la primera vez. Pero a la vez la emoción del reencuentro con una parte de la historia a que a tantos argentinos marcó, como fue la Guerra de Malvinas, permite subsanar viejas heridas. Esto fue lo que le sucedió a Miguel Ángel Montaño, el hermano del primer sanjuanino caído en Malvinas, quien viajó a las islas para encontrarse con la tumba de su hermano por primera vez.  “Al haber pasado tantos años llegué a pensar que el momento de reunirme con mi hermano en su tumba jamás llegaría, pero gracias a Dios no fue así”, dice Miguel en una entrevista para DIARIO MÓVIL.

En la mañana del sábado 1 de mayo a las 8.30 de la mañana fue cuando comenzó el hecho fatal. En ese momento se produjo un ataque de los ingleses en Puerto Darwin, en la isla Soledad, sonó la alarma y Agustín trataba de hacer arrancar un avión. Aparecieron aeronaves ingleses y fueron sorprendidos los que se encontraban en el lugar por este ataque dejando numerosos fallecidos, entre ellos el Cabo Primero Agustín Montaño, su hermano. Es por ello que para Miguel los días previos a la concreción del viaje les parecieron eternos, pero a la vez emocionado por lo que vendría. El recuentro con su hermano lo llevaba a las lágrimas permanentemente. “Comenzaron a venir a mí memoria recuerdos imborrables de 35 años atrás, como aquella mañana del 5 de mayo de 1982 cuando golpearon a nuestra puerta para decirnos ‘Agustín Hugo Montaño cayó en las Islas Malvinas dando su vida por Dios y por la Patria’. Fue uno de los momento más tristes vividos por nuestra familia. Por aquellos años el hecho de no saber cómo murió, que estaba haciendo, en qué lugar de las islas estaba nos mantuvo en la incertidumbre por años”, cuenta Miguel.

 La vida es una sucesión continua de pequeñas y grandes pérdidas, y es justamente el duelo la reacción ante cualquier pérdida o separación. Esto para muchos es un estado temporal. Sin embargo, a pesar de los años que pasaron,  Miguel no lograba despegarse de las sensaciones de soledad e incertidumbre que rondaban alrededor de la muerte de su hermano Agustín. Es la primera vez que viajó a Malvinas en persona, pero desde el año ‘82, regresaba todos los días a través de del recuerdo.  “Para mí el momento llego cuando al fin conocí su tumba en el Cementerio Argentino en las Islas Malvinas y pude abrazarla y llorar a gritos mientras le dejaba las palabras de agradecimiento enviadas por nuestra familia. Le puse flores y rosarios enviados por mi madre y mis hermanas, colgué además nuestra Bandera celeste y blanca en su cruz por unos minutos, ya que está prohibido dejar objetos, placas o la Bandera Argentina en el lugar. Al despedirme de él en el cementerio, sentí mucha paz en mi corazón. Fue como un alivio, un desahogo que me dejo tan tranquilo que no volví a llorar desde aquel momento. También creo que ya lo dejé descansar en paz, porque por años rogué a Dios que me permita, antes de morir, abrazar la tumba de mi hermano. Cosa que pude cumplir después de tantos años de finalizada la guerra”, expresa Miguel.

Al llegar a San Juan, Miguel tuvo la sensación que era su hermano quien regresaba de la guerra. “Yo a la primera que abrace fue a mi madre. Mi señora y mis hijas también estaban esperándome. Me lo imaginaba a mi hermano volviendo de la guerra y recibiendo el afecto por su querido San Juan. Creo que hoy en día, después de tantos años, el pueblo de San Juan, reconocen la Soberanía, la guerra y los hijos de esta tierra que dieron su vida por la Patria, ya que existen lugares de la memoria como barrios, plazas, calles y aulas que los inmortalizan llevando sus nombres”, concluye Miguel.