"Mamá soy yo, tu hija, a lo mejor no me olvidaste": la historia de la mujer que destapó un secreto familiar gracias a una enfermedad

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Karina Doffo se enteró, 42 años después de haber nacido, que una partera la había hecho nacer antes de tiempo y la había entregado a su familia de crianza. Ahora busca a su mamá biológica.





Desde chica se había sentido diferente, "como una jirafa en una manada de elefantes", dice. No se parecía a nadie de su familia y en su casa, en Córdoba, había fotos de su mamá embarazada de sus dos hermanos pero no de ella. Karina no lo sabía pero había, también, un pacto de silencio familiar y una promesa de llevar el secreto a la tumba. Fue recién a los 42 años y cuando los médicos creyeron que podía tener cáncer que tiró de una cuerda y se enteró de la verdad.







"Desde chiquita buscaba parecidos en cosas cotidianas. En mi familia, por ejemplo, todos tienen el dedo gordo hacia arriba, yo no. Siempre pensé que era adoptada y que no me lo querían decir. Me acuerdo que iba a la primaria y buscaba en nuestras partidas de nacimiento, pensaba que si había sido adoptada la mía tenía que tener algo distinto. Recién el año pasado caí en la cuenta de que mi partida de nacimiento estaba adulterada", cuenta Karina Doffo (43) desde Tucumán, donde vive.


Hubo una respuesta que le dio uno de sus hermanos -18 años mayor que ella- que alimentó la intuición. "Un día me animé y le pregunté si yo era su hermana. Y él, en vez de decirme sí, me respondió: '¿Qué cambia si no sos mi hermana?'. Es que nos criaron a los tres con el mismo amor, mis padres de crianza siempre nos dieron todo", cuenta a Infobae.


Fue el verano pasado, cuando ya vivía en Tucumán con su marido y sus dos hijas, que Karina empezó a tener episodios de hemorragias incontrolables. "Me hicieron muchos estudios y no encontraban qué tenía. Hasta que el ginecólogo me dijo que tenía que hacerme una biopsia para ver si tenía cáncer de útero. No me preguntes por qué, porque yo soy una persona muy insegura, pero le contesté: 'Esto no es cáncer. Y empecé a pensar: 'Tengo que descubrir qué emoción me está provocando estas hemorragias".





Por consejo de un amigo, Karina empezó a hacer biodescodificación, una propuesta de la medicina alternativa que busca el significado emocional de las enfermedades. La terapeuta le pidió, para empezar, una serie de datos para armar su árbol genealógico: las fechas de nacimiento y muerte de sus cuatro abuelos, si había nacido por parto natural o por cesárea, si había sido una hija deseada o no, entre otros.







"La única que podía saber eso era mi mamá, que tenía 82 años. En el primer llamado me dijo que había nacido por cesárea y que había sido una nena muy buscada. Lo primero que me dijo la terapeuta es que el útero simboliza a la madre, el nido, la casa, y me preguntó si yo estaba teniendo algún problema con eso". La segunda vez que Karina llamó a su mamá para pedirle más datos para el árbol, volvió a contestarle sin problemas.





"La tercera vez, me atendió y me dijo: 'Bueno basta, te lo tengo que decir'. Y me dijo: 'Vos no sos nuestra hija pero sos nuestra'. Me agarró un ataque de nervios, ella también se puso muy mal. Ahí supe que había un pacto de silencio entre todos -mis padres, mis hermanos, mis padrinos, los vecinos- que a sus 82 años estaba rompiendo".







Hasta ahí Karina creía que había dos opciones: o había sido adoptada o, como había nacido en 1975, era hija de desaparecidos. "Dos años antes me había llegado por Facebook un mensaje de Abuelas de Plaza de Mayo. Yo no entendí para qué me escribían. No contesté pero tampoco lo borré", sigue. Cuando supo que no era hija biológica de sus padres, llamó: "Me dijeron que a veces llegan mensajes anónimos. Es probable que alguien en Córdoba haya advertido que yo podía ser una hija apropiada".





Karina viajó para hacerse el estudio de ADN: dio negativo. La biopsia también: no tenía cáncer. Fue seis meses después del episodio de las hemorragias que leyó una nota en la Voz del Interior que la dejó frizada. "41 años después encontró a su hija, que había sido vendida por una partera", era el título.







"Ahí empecé a investigar, no sé cuánto tiempo estuve casi sin dormir. Me enteré que existía una tercera categoría: los hijos adoptados, los que fueron apropiados en la dictadura y los otros hijos apropiados, los que no fueron adoptados legalmente". En su partida figuraba que había nacido con una partera reconocida en Alta Córdoba como "la abortera" del barrio. Supo también, que había nacido prematura y había pesado 1,900 kilos.





"Lo que mi mamá me contó es que ya tenían a mis hermanos pero mi papá se moría de ganas de tener una nena, pero no podían porque a ella la habían tenido que vaciar. Mi bisabuela conocía a la familia de esta partera. Dijo que no me compraron y le creí, porque comprar un bebé valía lo mismo que un auto y mi familia era bastante humilde. Fui entregada por esta partera a mis padres de crianza como una especie de favor", sigue.







"Lo que la partera le dijo es que mi mamá biológica tenía 17, 18 años y que llegó fajada porque su papá no sabía que estaba embarazada. Era de una familia 'bien' y tenía que empezar la facultad, por eso me hicieron nacer dos meses antes, a los 7 meses de gestación. De alguna manera la historia cierra, porque nací en marzo, justo antes de que empezaran las clases".







El 8 de junio del año pasado, Karina contó su historia en Facebook con ciertos cuidados: "No quería que mi mamá se pusiera mal, porque yo no estoy buscando a una mamá, estoy buscando la verdad. Porque fui muy feliz y querida pero a mi historia le falta un capítulo. ¿De dónde vengo? ¿Quién es mi mamá biológica? ¿Por qué me entregaron? ¿Fue una decisión o la obligaron? ¿A quién me parezco? No se nada de mi mamá biológica. Sólo calculo que debe tener entre 61 y 65 años. Sólo ella sabe cuándo dio a luz, con quién, dónde. Si ella no me busca no sé cómo la voy a encontrar".





En el post le escribió directamente a esa mujer desconocida: "Sólo deseo conocerte, no busco complicarte, seguramente fuiste y sos feliz pero a lo mejor no me olvidaste y las dos necesitamos cerrar nuestras historias -le dijo-. Puede ser que no me estés buscando, dejo en manos del universo que pase lo que tenga que pasar y que las piezas se acomoden. Yo sólo quiero decirte: 'hola mamá, soy yo, tu hija. Y darte un abrazo".





 Fuente: Infobae













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