"Yo aborté, soy médica y creo en Dios"

20180624_142624
20180624_142624
Representa la historia de muchas mujeres que tuvieron que tomar la decisión de abortar en clínicas clandestinas, con el azar entre las manos y miradas acusadoras. Solas, con la culpa y el temor a cuestas

LA CARTA. “Si hablamos de aborto e inmediatamente lo vinculamos a alguna religión, no es un buen comienzo para debatir. Yo aborté, creo en Dios y soy médica, parece incompatible. Fue un embarazo deseado y buscado, pero al enterarnos de que el feto tenía alta probabilidad de malformaciones, todo se volvió muy distinto. Fue la decisión más dura que tuve que afrontar hasta el momento, pero lo hice pensando en mis otros hijos, en mi pareja y en el embrión (aún sin conciencia y sin capacidad de sentir dolor). Pero lo más duro, sin embargo no fue eso, sino el haberme sentido sola y desamparada.

Mi ginecólogo de entonces me facilitó un teléfono de “alguien” que realizaba “esos procedimientos”, esa frase y su mirada acusadora fueron más que suficientes para que el tormento y la angustia se intensifiquen y crezca más la culpa y el temor.

Durante días buscamos con mi esposo, “dónde hacerlo”. Yo, siendo profesional de la salud, teniendo contactos, apoyo familiar y económico, no puedo imaginarme lo que deben padecer las mujeres en otras condiciones sociales. Era como estar viviendo un infierno, porque los días pasan y los riesgos aumentan. En el corazón de Recoleta, un médico me “realizaría el acto”, porque ni siquiera lo llamaban aborto, me ofrecía luego de la “práctica” quedarme ¡toda la noche sola!, en un octavo piso, en una tétrica habitación con una solitaria cama y un celular por si necesitaba ayuda.

​​ ¿Acompañante? Imposible, ya que “no es legal”, aclaraba, y así la mayoría de los médicos que visitábamos. Los días pasaban y la angustia crecía, el temor, la incertidumbre, un conjunto de sensaciones que sólo conoce aquella mujer que lo tiene que atravesar, ... como una pesadilla, y sin nadie a quien recurrir.

Fue casi a la quinta visita (por supuesto todas las consultas con honorarios desorbitados) donde encontré una “clínica clandestina” por supuesto, pero con equipo médico y asistentes confiables quienes me daban la tranquilidad de ser trasladada a un hospital cercano en caso de mediar cualquier complicación. Una no se embaraza para abortar, ¡eso está claro!

Esa mañana, el recorrido hacia la clínica fue en silencio. Yo intentaba estar tranquila, pero el miedo se hacía presente, miedo a lo desconocido, “al procedimiento”, a ponerme en manos de un médico al que no conocía..., y sólo pensaba en mis hijos. ¡Qué fácil hubiera sido si mi ginecólogo me hubiera apoyado! Capaz, si me hubiera dado una pastilla abortiva las cosas hubieran sido más fáciles. La decisión es y fue mía. No quería ser juzgada, quería ser ayudada...

Veo marchas de mujeres hasta enfadadas gritando “no al aborto”, y ojo, nunca se sabe qué te puede pasar, a vos, a una hija, a un familiar. Hay que saber estar del otro lado.La ley no nos va a cambiar nuestra ideología, no va a impedir que abortes, pero si lo hacés, puede impedir que te mueras.

Este es mi relato, parte de mi historia la cual me prometí nunca olvidary luchar... y ese sentimiento fue creciendo y despertó nuevamente gracias al grito de mujeres argentinas que luchan por un país mejor, más justo y con libertad. Tengo tres maravillosos hijos, dos de ellas niñas, futuras mujeres. ¡Vale la pena luchar! ¡No bajemos los brazos!"

María ... (“Cuando el aborto sea legal, podré escribir mi nombre completo”)

Fuente: Clarín
Lo más visto