El artista debe ser custodio insoslayable de su acto creativo

Cultura
El artista debe ser custodio insoslayable de su acto creativo
El artista debe ser custodio insoslayable de su acto creativo
El movimiento de la música rock local pareciera estar sumido en un letargo del cual se hace menester despertar.

La defensa del acto creativo es deber y función del artista.

 

El tiempo es un fiel testigo de la realidad, cualquiera sea la manifestación de esta. Si consideramos que nunca lo que apreciamos de ella es el exacto reflejo de su acontecer, aún así podemos establecer determinados hitos o elementos particulares que nos permiten ubicarnos dentro de un periodo histórico con su contexto social, cultural, económico, etc. Todos aquellos que quieran indagar en esa realidad que transcurrió en un acotado momento de la historia, lo puede hacer considerando no solo los medios que existen y existieron, llámese medios de comunicación o transmisión oral como forma de volcar logros de una generación a la inmediatamente posterior. En el traspaso de estos logros generacionales por ahora no tengamos en cuenta su calidad ni cantidad, eso demandaría un análisis independiente del que ahora se trata de establecer.

Desde larga data se puede apreciar que en este suelo cuyano al pie de las cadenas montañosas del sur de América, existe un “no existir” que se traslada al olvido intencional y hasta lo llamaría voluntario, de lo que es la música rock local en las grillas de los pomposos espectáculos montados por el poder de turno. Y quiero destacar el nombrar al poder como de turno, porque este “no existir” no es propiedad del partido político que eventualmente se encuentre en la cúspide de la pirámide institucional, sino que es una constante de la ecuación que se calcula fríamente desde cómodos escritorios por aquellos que tienen la tarea, por cierto noble, de seleccionar concienzudamente a los artistas que serán parte del faraónico show. Deténgase lector, no hay ironía en mis palabras.

Creo que el libro de la buena memoria no me dejaría mentir, aparte de no tener motivo para hacerlo, solo hay que saber mirar. En los eventos montados de nivel internacional, según palabras de sus organizadores, poco puede apreciarse de la manifestación artística local, referida a la música rock especialmente, de lo otro sobra, abunda, pulula, piden, tienen, son dadores a cambio de premios que salen poco a la luz, inclusive esas dádivas son hasta desconocidas por los músicos de ciertos/as “solistas” vernáculas, quienes, tocadas por una suerte de gracia “divina”, hasta se pasean por los conocidos escenarios de festivales nacionales.

La “no transa” con el poder, a mi parecer, fue el estandarte magistralmente levantado y defendido por aquellos próceres que dieron vida al Rock Argentino o también llamado en épocas de duras botas, Música Contemporánea Argentina. No solo le insuflaron vida al movimiento, lo defendieron con su exilio y hasta en algunos casos, con su sangre derramada. Fueron audaces, valientes, luchadores, guerreros y por sobre todas las cosas, CREATIVOS. Denunciaron a través de su obra, dieron testimonio de un tiempo crítico, áspero, complicado. Fueron perseguidos, censurados, picaneados, casi extinguidos. Pero no desaparecieron, los que desparecieron fueron los dinosaurios, que jamás entendieron un lenguaje nuevo tonificado por las ganas de vivir y que dejen vivir, embellecido por la metáfora, única forma de comunicar en esos años de plomo. Lo lograron, la metáfora escapa al entendimiento de los cuarteles, allí no hay espacio para lo sutil.

El advenimiento de la democracia le cambio el paisaje a todos, no solo a los artistas, a todos, soplaron brisas nuevas de lo más preciado del hombre, arremetieron los vientos de la libertad y con ello un nuevo desafío se planteaba. El lobo había desparecido o al menos estaba escondido en su cueva, no podía salir y no debe salir nunca más de ahí. Los músicos de rock del país lo entendieron, sus mensajes mutaron y se adecuaron a la nueva realidad, lo que rodeaba a los individuos era otra cosa, el enemigo palpable de tiempo atrás no estaba, pero el deber era superar ese instante para elevar una bandera nueva que solidificara un movimiento que remó hasta en la arena para constituirse y ser parte del acervo cultural de nuestro pueblo, sobreponiéndose no solo a la violencia descarnada de los poderosos de turno, sino a la también fatal violencia de los calificativos, de las palabras.”Música extranjerizante hecha por unos drogadictos” fue el rótulo que le puso la elite del terror a la música rock argentina.

La adaptación a los vientos de cambios posibilitó que algunos representantes del movimiento pudieran expresar sus adherencias sin tapujos a los diferentes candidatos preelectorales en su momento. Vale como ejemplo la gira que en el año 89 emprendió el entonces candidato presidencial de la UCR, Angeloz, que llegó a hasta San Juan y entre los artistas destacados nacionales trajo al Flaco Spinetta, a Los Pericos y a La Torre, banda liderada en aquel entonces por Patricia Sosa. Del medio local, el dignísimo representante de la movida fue el desaparecido grupo La Gente con Luis “Chichón” Hernández al mando del equipo sanjuanino.

En este acoplamiento entre dos mundos absolutamente distintos y distantes, hubo un acuerdo, no sé si implícito o manifiestamente expresado pero lo que importa es que, entre ambos supieron capear las tempestades y proyectarse hacia la búsqueda de algo que sirva para ambos sectores. El manifiesto del rock le permitió al sector político llegar a la gran masa de futuros electores que representa la juventud y los no tan jóvenes también; el músico de rock pudo llegar a ser considerado como lo que es, un elemento constitutivo, vital e innegable de la cultura nacional.

En San Juan, el movimiento está sumido en un largo letargo, condicionado por sí mismo y por lo que se maneja más allá de su manufactura. Surgen nuevos eventos y espectáculos patrocinados por los interesados que siempre estuvieron, están y estarán, son casi hasta imprescindibles pareciera. Por el actual momento que atraviesa el rock sanjuanino, sólo se puede ver que en el horizonte los únicos destellos perceptibles son los de los colmillos dorados y afilados de los encapuchados que lucran con propuestas de indiscutible convocatoria, pero totalmente refutables desde la originalidad, la validez sustancial y por sobre todo, carente absolutamente de CREATIVIDAD. ¿Recuerdan esa palabra? La cité un par de renglones arriba, es el cimiento soporte y aglutinante del ROCK amigos y amigas.

Personalmente creo que, ante las cortinas de olvido que se pretenden desplegar desde ciertas esferas hacia la música rock local, el artista debe posicionarse ante su obra, elevarse con ella, con los medios que se cuenta y por sobre todas las cosa, defenderla con amor verdadero y que sirva de custodio al acto creativo, entendiendo que este es el trampolín y sustento del mensaje de libertad incondicional que el músico, poeta, artista, defiende sin pausas como actor comprometido de un tiempo que lo encontrará siempre asemejándose a un oasis en el desierto ampuloso y mediático pregonado por los señores de escritorio y vida gris.

Defender entonces el acto creativo es el deber y la función del artista, para que el legado no sea devastado por las garras siempre alertas de los que manejan la marioneta popular.

J.L.L.P

 
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