“Sin documentos” de Los Rodríguez cumplió 20 años

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Sin documentos
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A dos décadas de su lanzamiento, Ariel Rot cuenta la historia detrás del tercer disco de la banda, uno de los últimos grandes éxitos del rock en español a ambos lados del Atlántico.

Éxito. Este trabajo del grupo que lanzó al estrellato a Andres Calamaro fue un hito de los noventa.

 

Corría 1993 y la aventura de Los Rodríguez en suelo madrileño asumía su desafío máximo. Ya habían lanzado Buena suerte, un sólido álbum debut -para muchos el mejor de toda su discografía, con clásicos como "Enganchate conmigo", "A los ojos" o "Mi enfermedad"-, pero con un oscuro desenlace comercial tras la quiebra de Pasión, su sello, dejando un número de ventas muy por debajo de lo esperado. También habían editado Disco pirata, registro en vivo capturado en distintas ciudades y alimentado casi en su totalidad por reversiones de temas propios y algunos covers de Sergio Makaroff, Moris y hasta Charly García. Ese material algo imprevisto, más a la medida de una banda de trayectoria que de un proyecto nuevo intentando hacer pie, decantó finalmente en el reto del disco que los terminara de posicionar dentro del mercado español. "Creo que en Sin Documentos en cierto sentido perdimos la inocencia y nos profesionalizamos un poco", analiza Ariel Rot, guitarrista y co-fundador de la banda. "En todo caso, fue nuestro primer gran disco a nivel popular".

Entre marzo y abril de ese año, la banda completa (esto es: Andrés Calamaro en voz y teclados, Ariel Rot en guitarra y coros, Julián Infante en guitarra y coros, y Germán Vilella en batería, más la inclusión del quinto Rodríguez, Daniel Zamora en bajo) se internó en los Estudios Eurosonic de Madrid, bajo el comando de Nigel Walker -ingeniero de sonido y productor de abultado CV por trabajos junto a Pink Floyd, Paul Mc Cartney, Bob Dylan, Tom Petty y Dire Straits, entre muchos otros-, para encargarse de las nuevas composiciones. Estaban ahora frente a su gran tiro. "Fue la primera grabación que hicimos con Andrés en la que trabajamos de una manera organizada y que dejamos afuera todas las costumbres de R&R party que siempre estuvo presente en nuestros discos anteriores", asume Rot con algo de nostalgia. "Digamos que no hubo lugar para el exceso y eso se nota en el resultado impecable del disco. Las sesiones no se alargaban más de la cuenta y no se perdía el tiempo. Recuerdo ciertas tensiones provocadas por Nigel que a veces era un poco rude boy. En todo caso, todos estábamos tremendamente enchufados y con la sensación de que era nuestra gran oportunidad".

Hasta ese momento, la dupla creativa entre Calamaro y Rot ya había mostrado una química positivamente tóxica, compatible y complementaria a través de un prontuario con grandes resultados: desde Por mirarte y Nadie sale vivo de aquí, los dos últimos discos solistas de Andrés antes de dejar Buenos Aires, hasta el primer intento de Los Rodríguez con Buena suerte, la lírica sensible, porteña y cancionera de Calamaro parecía cruzarse de manera ideal con el porte rockanrolero y stone de Rot, logrando un contrapunto verdaderamente único. Sin embargo, según el guitarrista, a esta altura las cosas ya no funcionaban como antes: componían por separado, trabajaban por su cuenta, estaban perdiendo la complicidad. "En este disco es cuando se empieza a resquebrajar la dupla en el sentido compositivo. Aunque también es cierto que en la sala de ensayo y en el estudio con Andrés siempre seguimos funcionando bien y la magia se terminaba produciendo. Sin él mis temas no hubiesen sido lo mismo y creo que sin mis aportes los suyos tampoco".

El potencial de estas doce canciones incluidas en el listado final de Sin documentos resulta inapelable. Basta el repaso -"Mi rock perdido", "Dulce condena", "Salud (dinero y amor)", "Me estás atrapando otra vez", "7 segundos" y "Sin documentos'-, para dimensionar la solvencia de estos clásicos instantáneos que partían del pop-rock guitarrero y contaminado de los Tequila -el proyecto de Rot e Infante durante los años 80 en Madrid- y se desplazaban por un territorio difuso y levemente ajeno que proponían Los Rodríguez, entre baladas, rancheras y rumbas flamencas; casi tan Buenos Aires, casi tan Madrid. "Sin Documentos", la rumba-rock que le daba título al álbum, rápidamente se transformaría en su mayor éxito. "No fue casual, se ganó ese puesto por derecho", defiende Rot. "Una canción muy difundida siempre puede convertirse en hit por un tiempo, pero si 20 años después la gente sigue enloqueciendo cuando la escucha es que tiene categoría de himno".

Editado finalmente por Gasa (Warner), el tercer y anteúltimo disco de estudio de Los Rodríguez resultó un éxito de ventas y un sifonazo renovador para el cancionero pop-rock de habla hispana, retumbando a ambos lados del Atlántico con más de 70 mil copias vendidas en España y más de 130 mil en todo el mundo. Finalmente, el sueño de Calamaro y Rot en la tierra prometida se hacía tangible. "El cambio fue radical, fue como si lleváramos años escalando un muro y cuando estábamos a punto de llegar al final siempre volvíamos a caer al mismo sitio. Con Sin documentos por primera vez caímos del otro lado del muro y ahí todo cambió", evalúa Ariel Rot. "En los últimos 20 años no recuerdo haber puesto el disco entero ni una sola vez, y probablemente mi preferido sea Buena suerte, pero creo que de las doce canciones hay siete u ocho realmente exquisitas, y contiene uno de los hits más importantes de la historia del rock en castellano. Personalmente me encanta "Hasta que el sueño venga", que creo que es la mejor tocada del disco, con ese jam final. Recuerdo que cuando salimos de la sala después de grabar todos juntos la toma, Nigel nos recibió con una sonrisa y dijo: «por esto los quería producir»".

 

Por Juan Barberis para Rolling Stones
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