Hachikō: El perro que esperó 9 años la llegada de su amo en la estación del tren

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Hachiko
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En la semana del aniversario de su nacimiento, el mundo celebra y recuerda la historia de Hachikō, el perro que enamoró a Japón por la fidelidad que mostró a su dueño, al que esperó a diario, incluso años después de muerto, a la salida de la estación de trenes.



Una mañana de 1935 Hachikō fue hallado muerto cerca de la estación de trenes de Shibuya, en Japón. De inmediato el cadáver fue conducido al cuarto de equipajes, uno de sus lugares favoritos, y allí, sobre una cama de madera cubierta por una estera tendieron su cuerpo. Un grupo de personas, incluida la viuda de quien fuera su amo, rezaron por el espíritu del animal que protagonizó una de las historias de amor y fidelidad más increíbles de cuantas se conozcan. Ese día la larga espera del animal llegó a su fin. Hachikō se convertiría en una leyenda.

La vida de Hachikō –de raza akita– comenzó en 1924, en una granja cercana a la ciudad de Odate. Cuando tenía dos meses, el perro le fue obsequiado al profesor de agronomía Eisaburō Ueno, cuya perra había muerto poco tiempo antes dejándolo desconsolado. En un principio, el profesor pensó en regalar al animal pero pronto se encariñó tanto con él que le fue imposible separarse de él.

Hachikō creció  y empezó a realizar una rutina que repetiría para siempre. Todos los días acompañaba al profesor Ueno hasta la estación de Shibuya. No era posible ir más lejos. Allí, Ueno tomaba el tren hacia la Universidad de Tokio mientras Hachikō lo esperaba por varias horas en una plaza situada al frente de la estación. Allí el par de amigos se encontraban todos los días.

El fornido perro de lomo tostado se hizo famoso entre quienes frecuentaban la estación. Aquel ejercicio diario de amistad entre el profesor y su mascota era admirado por cientos de personas en los alrededores del lugar.

El ritual, sin embargo, terminó el 21 de mayo de 1925. Ese día, mientras el profesor Ueno dictaba una clase, sufrió un derrame cerebral y murió de inmediato. Hachikō, ignorante de lo ocurrido, siguió esperando a su amo. A pesar de la insistencia de algunos que trataron de disuadirlo para que se marchara, la mascota seguía llegando todas mañanas. Pasaron los días, los meses, los años y Hachikō convirtió a la estación de trenes en su hogar.

Sin importar el clima, todos los días se sentaba a esperar a su amo. Los trabajadores del lugar lo mimaban y alimentaban. Hachikō envejeció. Sus ojos se fueron apagando, las canas salpicaban su trompa.

Tumba de Hachikō y su dueño.

En 1934 se le encargó al escultor japonés Teru Ando que realizara una estatua en bronce del perro. Un año después, luego de esperar en vano durante nueve años a su dueño, Hachikō murió justo en el lugar donde siempre esperaba a su amo. Tenía nueve años.

El perro se convertiría en el más famoso de Japón. Su historia fue llevada al cine en dos películas, la japonesa Hachikō Monogatari, y la norteamericana Hachiko, siempre a tu lado, protagonizada por Richard Gere.

La estatua de Hachikō fue destruida durante la Segunda Guerra Mundial, pero años después el propio hijo del escultor volvió edificó otra, la misma que hoy se levanta junto a una de las entradas de la estación de Shibuya. Los restos de Hachikō fueron enterrados en el cementerio de Aoyama donde siempre quiso estar: al lado de su amo.



 
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