El filete podría ser Patrimonio de la Humanidad

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Costumbres argentinas. Por estos días, la práctica cultural que forjaron los inmigrantes se presentó ante la Unesco para ser reconocida en 2015.



En marzo el ministro de Cultura porteño Hernán Lombardi llenó los papeles para que el filete porteño –“Un sentimiento alegre que se pinta”—integre el patrimonio mundial. Hay que pasar una larga lista de requerimientos técnicos, enviar videos, contestar preguntas. Eso está casi todo hecho y el fin de semana pasado, en París, Lombardi se reunió con gente de la Unesco para preparar esa candidatura.

“Queríamos armar una trilogía: tango, filete y sainete”, dice, sentado en el Café de Flore, una esquina de París donde alguna vez dejaron sus horas Simone de Beauvoir y Jean Paul Sartre, entre muchos otros. “Se trata de la cultura de la inmigración en Buenos Aires”.


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El filete –se sabe—es esa forma particular de ilustración que arrancó en los carros que hacían repartos a fines del siglo XIX. Dos chicos que cebaban mate y hacían mandados en una carrocería –donde hacían los carros—un día tuvieron la oportunidad de tomar el pincel y le dieron un toque personal. La historia empieza así con Vicente Brunetti y Cecilio Pascarella, ninguno mayor de 13 años. La técnica se fue perfeccionando y se usó –cuentan Esther Barugel y Nicolás Rubió en “El filete porteño”-- para poner el nombre del dueño del carro y su especialidad: leche, pan, verduras.  Aparecieron flores, pájaros y hasta dragones. Si el cartel era grande había que pagar impuestos, así que la idea fue hacerlo chico pero llamativo. Y aparecieron, a pedido de los dueños, las frases: “Para ti, madre”;  “De ranas como vos tengo la sartén llena” y hasta “Si su hija sufre y llora es por este pibe señora”. Del carro el filete saltó al camión y de ahí al colectivo. Hasta que en 1975 lo prohibieron, argumentando que tanto ornamento confundía a los pasajeros. El filete se mudó a los cuadros y a muchos otros soportes. “Palermo no es Hollywood”, proclamaba con su inconfundible estilo un cartel hace poco, como una doble afirmación de identidad.

“Tiene que ver con un cambio en los procesos productivos, cuando se implementó el carro como sistema de distribución le hizo falta un arte decorativo, que aportaron las corrientes migratorias”, dice Lombardi. “Y los inmigrantes intentan construir una identidad nueva, plural, que busca reafirmarse. Entonces lo que hacen enseguida es criollo, nacional”.

En la Unesco, en confianza, dicen que algo que se gana con estas cosas es turismo. Mientras tanto, discretamente, Lombardi saca un “Buenos Aires” fileteado, una marca más para el desfile multicultural de la Unesco.

Fuente: Clarín.
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