El festival de la Inquisición explotó en San Juan

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Durante una semana, la provincia fue escenario de repudiables acciones de odio, persecución y oscurantismo, propias de la Edad Media. El rol de los medios y la Policía y los criterios diferenciales para “cuidar a los niños”.








Por Graciela Marcet

“La semana en que San Juan estuvo en boca de todo el país”, dijeron los medios de la provincia sobre los sucesos que ocuparon la atención durante los últimos días. No fue por un proyecto para mejorar la vida de la comunidad, transparentar la Justicia o el poder político. Por el contrario, San Juan se destacó esta semana por mostrar su peor cara, con acciones que sacan a la luz la esencia inquisidora de distintos personajes públicos, con el fogoneo irresponsable de algunos de los principales medios de comunicación.

El primero en desatar la ira fue Antonio Canales, quien retrocedió varios siglos en la historia al pedir un freno a la “prédica de la homosexualidad” y tratar de “mariquitas” y “putines” a los adolescentes que no quieren realizar ejercicios de Educación Física. Después de propagar su catarata de odio, miedo, ignorancia y discriminación hacia la diversidad sexual, el Micky Vainilla sanjuanino pidió unas vergonzosas disculpas en las que ratificó su posición, en base a una supuesta “libertad de disentir” con la homosexualidad.

Justo cuando muchos trataban de restarle peso a las declaraciones de una figura que perdió credibilidad hace años, a causa del conveniente vuelco que dio su discurso en relación a la minería y la defensa del agua, el rechazo a la homosexualidad volvió a ocupar la escena con la detención policial de una pareja de hombres que cometió el imperdonable pecado de darse un beso en la calle.

Y si algo faltaba para coronar la semana de manifestaciones medievales fue la aparición del mismísimo demonio, corporizado en el cuerpo de una adolescente. Fue justamente este caso el que combinó la irresponsabilidad de las fuerzas policiales con la de los medios de comunicación, que creyeron más conveniente –y redituable- vivir su propia película de exorcismo, que actuar conforme a los patrones sociales y legales del siglo XXI.


marcha gay


¡¿Qué les diremos a los niños?!

Los casos públicos de discriminación e ignorancia hacia la legislación dejaron en claro varias cosas. En pocos días, Canales pasó a ser el símbolo del San Juan homofóbico y retrógrado que muchos intentan dejar atrás. Después de las numerosas denuncias al INADI y el Observatorio de la Discriminación en Radio y Televisión, el comunicador debería empezar a capacitarse para entender por qué no está bien manifestar su “disentimiento” con la homosexualidad. Y hasta que logre entender el marco legal del país en el que vive, deberá acostumbrarse a vivir en un mundo de respeto hacia la diversidad sexual, así como en su momento los defensores del Apartheid tuvieron que adaptarse a compartir el transporte público con personas de piel negra o como las sociedades modernas un buen día “descubrieron” que las mujeres tenían los mismos derechos que los hombres.

Más allá de las declaraciones de Canales, lo que despierta preocupación es la cantidad de adhesiones al pensamiento del periodista y el respaldo de ciertos sectores a la violación de las leyes por parte del policía que detuvo a la pareja gay. Una reacción que se ampara en la excusa del “¿qué diremos a los niños?”. Ante esta chicana recurrente, solo queda preguntarse: ¿son realmente los chicos los que dicen “esto no es normal”, “Dios creó a la familia en base a la unión de la hembra y el macho” o “ahora deberán empezar a hacer ejercicios de cola”? ¿O es simplemente una excusa de algunos adultos para no aceptar las diferencias que naturalmente se dan en cualquier sociedad?

Antes de temblar de miedo al explicar una manifestación de amor entre personas, deberíamos preocuparnos por ver qué respuestas les damos cuando nos pregunten por los hechos de odio y discriminación que nosotros mismos reproducimos. Y en vez de elucubrar con los supuestos “trastornos” que generaríamos en mentes más propensas al amor que al odio, tendríamos que pensar cómo construir una sociedad que no martirice al diferente, que elimine las causas de bullying y que no empuje a las adicciones o el suicidio a aquellos que no encajan con el molde prefabricado y discutible de “ciudadano modelo”.


Imagen gráfica de la película "El exorcismo de Emily Rose"
Imagen gráfica de la película "El exorcismo de Emily Rose"

 

Periodismo facilista e irresponsable

Otro de los fenómenos que saltó a la luz en el festival sanjuanino de la Inquisición tuvo que ver con los criterios diferenciales que adopta la pretendida preocupación por “cuidar a los niños”. Así como un beso de dos hombres en la vía pública desató el rechazo de muchos, muy pocos se sorprendieron por la irresponsabilidad mediática y policial en el tratamiento del caso de la chica “poseída”. Durante una semana, varios medios se prendieron a la onda mística del juego de la copa y la aberrante difusión de un audio que expone el momento de mayor crisis de la adolescente. Sin ningún tapujo, primó la lógica comercial, en la que siempre tendrá más rating la versión sanjuanina de “El exorcismo de Emily Rose” que un probable caso de esquizofrenia.

Que la gente opine sobre brujería en las redes sociales o que seamos permeables a creer en exorcismos en base a la influencia del cine y la religión, puede ser entendible. Pero que la misma Policía acuda a sacerdotes para atender una situación de este tipo y que los medios alimenten el circo de posesiones y diablos sueltos no resulta aceptable a esta altura de la Historia. No hay que olvidar que muchas personas murieron en los tiempos en que cualquier conducta “inexplicable” era resuelta de acuerdo a la interpretación circunstancial que el poder otorgaba a los “designios divinos”.

No me rasgo las vestiduras por el tratamiento mediático de temas sobrenaturales. Desde las brujas en adelante, cualquier tema es susceptible de ser abordado de distintas maneras. También sé que todos los que ejercemos la comunicación estamos expuestos a cometer errores, reproducir estereotipos nocivos y hacer análisis facilistas de la realidad. Pero creo que es posible discernir entre una nota de “color” y la seriedad que demanda un caso real que involucra la salud de una adolescente. Porque tanto para este caso como para los Canales que se esconden por ahí, hay que recordar que los derechos humanos no solo otorgan libertad de expresión a los medios sino que también los convierten en “detentores de responsabilidades”. Un deber que, salvo escasas excepciones, fue voluntariamente desconocido en relación a los derechos previstos por la Convención de Derechos del Niño, la Ley de Protección Integral de los Derechos de las Niñas, Niños y Adolescentes, a los que adhiere la Ley de Servicios de Comunicación Audiovisual.


las40 homofobia


La esperanza del cambio

Por lo que vimos esta semana, no somos tan modernos y avanzados como creemos. No podemos pensar en una democracia y una comunicación responsable mientras algunos de los medios de mayor poder sigan destinando incontables páginas al juego de la copa, con enfoques contrarios a los derechos humanos, mientras dedican nulo o mínimo espacio a los temas acallados por la pauta oficial.

Sin embargo, no todo es negativo. El rechazo de muchas personas a este tipo de estrategias y las manifestaciones que se abrieron paso entre la discriminación, abren una luz de esperanza. Aunque el proceso sea lento, habrá que seguir trabajando para lograr que algún día sea mayor el interés por proteger los derechos de todos, sin distinción de clase social o elección sexual, que por alimentar el circo de brujas, diablos y exorcismos de película.
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