La presión fiscal de cada día

Economía
Con consumos y actividades de cada día, los ciudadanos financian con cada vez más recursos al sector público.








Tenue, la luz de los rayos de sol se cuela por las rendijas de la persiana y trae la promesa de un día agradable. El joven salta de la cama: hoy irá él primero a la ducha y hará el desayuno. Es hora de ponerse en marcha y, como cada día, habrá actividades laborales y sociales, se harán compras y se consumirán bienes y servicios varios. Y, como siempre, con muchos de estos movimientos cotidianos se contribuirá a financiar las cuentas públicas, tanto del Estado nacional como de la jurisdicción donde se vive (la ciudad de Buenos Aires, en el caso de la familia que guiará el recorrido de esta nota y que es de Palermo).

El peso de los impuestos sobre los ingresos de un hogar es variable; depende de cuánto es el dinero disponible y de cuáles son los consumos. Un estudio del Instituto Argentino de Análisis Fiscal (Iaraf) determinó en 2014 que, si se trata de ingresos de bolsillo de entre casi $ 10.000 y casi $ 50.000, del 47 al 60% del monto va a impuestos. Es la carga tributaria bruta, ya que no considera lo que el Estado vuelca a la sociedad con esos recursos (lo que daría la carga neta). La cuenta incluye aportes a la seguridad social, que si bien son pagos de carácter compulsivo, también es cierto que tienen sus contraprestaciones específicas.

El indicador de presión impositiva usado frecuentemente por economistas es el que señala cuánto representa la recaudación en términos de porcentaje del producto bruto del país. Pero ese dato tiene sus limitantes cuando hay un alto grado de economía informal. Si hoy el índice general se ubica en alrededor de 31% -con una tendencia creciente en los últimos años-, resulta que al considerarse sólo la actividad registrada, ese peso se eleva a 63,6%, considerando cargas nacionales, provinciales y municipales, según estima Fausto Spotorno, de Ferreres & Asociados. "Presión impositiva es también la inflación que saca recursos de los bolsillos como un «punguista»; hoy eso representa del 5 al 7% del PBI; la emisión licua el poder de compra igual que otro impuesto", agrega Orlando Ferreres.

Los números son fríos, pero el joven de Palermo ya está en su ducha calentita. Abrir la canilla implica el inicio de los aportes al fisco: aproximadamente 2 de cada 10 pesos pagados por el agua van al Estado: casi todo, al impuesto al valor agregado (IVA), que financia gastos de la administración nacional -esto incluye parte de las jubilaciones- y también de las provincias y la ciudad de Buenos Aires, ya que su recaudación se coparticipa. Otra parte de los recursos irá a destinos específicos: un ente regulador y otro de planificación para la prestación de este servicio.

En los ingredientes del desayuno, la parte del precio pagado que irá a la recaudación tributaria varía según el producto: la leche común (sin aditivos) está exenta de IVA, pero las galletitas envasadas y el café tributan con la tasa de 21%. Según un estudio del Instituto Argentino de Análisis Fiscal (Iaraf), cuando se calcula cuál es la carga impositiva con la cual los alimentos gravados con esa alícuota llegan a la mesa familiar (considerando todas las obligaciones que se originan en la cadena de producción y comercialización y que se van acumulando), se llega a 44,1% del precio final. En el cálculo se consideran aportes a la seguridad social, impuestos al cheque, a los dividendos y a las ganancias de empresas, tasas municipales e Ingresos Brutos.

Este último impuesto, que se considera muy distorsivo para la producción y cuyo pago se escalonó (en este ejemplo) hasta impactar en 7,7% del precio, tuvo en los últimos años una suba significativa en casi todas las provincias, según afirman los economistas Nadin Argañaraz y Sofía Devalle, de Iaraf. La suba se dio por cuatro vías: quita de exenciones; alza de alícuotas; ampliación de bases imponibles, y falta de actualización de los parámetros para su cálculo en un contexto inflacionario.

También los municipios aplican más presión. "En promedio, cada jurisdicción tiene en su legislación unas 20 tasas, derechos o contribuciones referidos a los más variados hechos imponibles", dice Argañaraz.

En las calles porteñas, lejos de pensar en esas cuestiones, el jefe de familia ha descubierto que el tanque del auto está casi vacío, así que se ubicó en la cola de la estación de servicio. Más de 40 de cada 100 pesos que pagará por la nafta súper irán directamente al sector público por diferentes conceptos, según explica Guillermo Lego, director ejecutivo de la Confederación de Entidades del Comercio de Hidrocarburos y Afines (Cecha). Al IVA e Ingresos Brutos se agregan el impuesto a la transferencia de combustibles -que en buena medida financia a la Anses- y la tasa hídrica. En algunos lugares hay otros adicionales, como los aportes para financiar obras viales.

Es hora de dejar a los chicos en el colegio: sus mochilas parecen más pesadas que la carga fiscal del momento. Las instituciones educativas tienen exención de IVA y de Ingresos Brutos. Pero no es que en las cuotas no haya incidencia de impuestos: la hay por el traslado de otras cargas pagadas por los colegios, aclara Alfredo Fernández, asesor de la Asociación de Entidades Educativas Privadas.

Con los chicos en las aulas, el profesional de Palermo visita a un cliente que le paga por sus servicios. Como monotributista de la categoría G, pagará cada mes 550 pesos por el impuesto integrado, más otros 157 y 233 pesos para el sistema jubilatorio y la obra social, respectivamente.

Se acerca el mediodía y hay tiempo para pasar por el banco y depositar el cheque, una operación por la cual el Estado se apropiará del 6 por mil.

La carga fiscal sobre créditos y débitos bancarios, más conocida como impuesto al cheque, nació en la crisis de inicios de este siglo y su vigencia se fijó por un año. Prórrogas mediante -una práctica constante en el esquema tributario argentino- sigue en vigor. En 2014 representó 1 de cada $10 recaudados por impuestos.

El sol está en todo su esplendor y el contribuyente cotidiano almuerza con su mujer en un restaurante. La cuenta que trae el mozo dice que hay que pagar 200 pesos, de los cuales 124 quedarán en la empresa para cubrir costos y obtener rentabilidad. El resto, un 38%, se va en impuestos, según los cálculos del Iaraf. Aquí se considera -igual que en el costo de los alimentos del desayuno- no sólo la carga aplicada sobre el precio final, sino también la acumulada durante las etapas de fabricación y ventas y las obligaciones del comerciante.

La madre de familia, empleada de una compañía, debe volver ahora a su puesto y se lleva el auto. Antes de ir a su escritorio pasa por la oficina de personal y retira su recibo de sueldo. Lee que, además de los aportes y contribuciones (17% sobre el bruto), le hicieron el descuento por Ganancias. Como declara deducciones por sus dos hijos y por la persona que trabaja en su casa, si este año tiene un sueldo bruto promedio de $ 25.000, tributará $ 29.238, un 9% de su salario antes de aportes. Esa incidencia duplica a la que para esta mujer tuvo Ganancias en 2014, pese a que ahora la plata recibida le alcanza para menos.

"Si en un año no se ajustan los parámetros nominales para liquidar el impuesto, aumenta su peso en relación con los ingresos, aun cuando éstos sólo hayan acompañado la inflación", sintetizan Marcelo Capello y Alejandra Marconi, economistas del Ieral, que estimaron que, para un empleado con un salario similar al del ejemplo, un adecuado ajuste por inflación del tributo habría determinado que se aplicara la alícuota más baja y no la más alta (que es lo que ocurre) dentro de una tabla dispuesta. "Los parches que se introdujeron al esquema del impuesto desvirtuaron en gran medida su carácter progresivo", concluyen, tras advertir que niveles de ingresos muy diferentes están hoy sujetos a iguales alícuotas.

Aunque es difícil en la ciudad, la hora de la siesta invita a un poco de reflexión. ¿Estará el matrimonio percibiendo la carga fiscal en su día? ¿Definirá algo de eso sus comportamientos como consumidores?

"Hay una cuestión de cuentas mentales separadas, por la cual la gente procesa diferente un impuesto que hay que pagar aparte que uno que viene incluido -dice Martín Tetaz, economista especializado en los temas del comportamiento-. Desde un punto de vista racional, al consumidor no debería importarle si cuando paga 100 pesos el precio es 70 y 30 van a impuestos; al fin y al cabo, vale 100 o no vale 100." Pero en la realidad, dice Tetaz, sí hay una menor propensión a comprar cuando el impuesto se percibe claramente, porque en la mente esa parte del gasto va a la lista de "impuestos" y no en la cuenta de "bienes". Incluso, agrega, "puede ser que le produzca una sensación de injusticia lo que le sacan cuando compra".

Un punto central está en que los ciudadanos no identifican con claridad adónde va su esfuerzo tributario, tal como advierte Walter Agosto, investigador principal de Cippec. "Existe una sensación de agobio fiscal que se ha amplificado como consecuencia, entre otras cosas, de los efectos del impuesto a las ganancias sobre los ingresos de las personas físicas", agrega, en referencia a la carga que en los últimos tiempos ha sido origen de las quejas más fuertes y frecuentes.

Terminada su jornada laboral, la mujer va al cine y, con un recargo de 10% al precio de la entrada, aporta al fomento de esta actividad cultural. Antes de entrar a la sala, chequea que todo esté en orden en casa, con una llamada por su celular. Ahora su contribución será para el Ente Nacional de Alto Rendimiento Deportivo, al que por ley se destina el 1% de lo facturado por este servicio, que también carga con IVA e impuestos internos.

"Los impuestos internos son impuestos indirectos que gravan en forma selectiva el consumo de determinados bienes y servicios", detalla Agosto. En los últimos años, han perdido participación en la recaudación total. Pero son importantes los efectos que pueden disparar, sobre todo cuando se disponen por fines no tributarios. Por caso, el gravamen sobre los autos de determinado valor, que se propuso frenar el drenaje de dólares por la compra de unidades importadas, terminó provocando un alza de precios que se trasladó a muchos modelos del mercado.

Manos sobre el volante del discreto auto familiar, es hora de volver a casa. En la guantera viaja la póliza del seguro, con la cual se aportan al sector público 22 de cada 100 pesos: van al IVA, a Ingresos Brutos y a una ayuda a los bomberos, entre otros destinos. Por el vehículo, que se sumó al patrimonio dos años atrás, se hará un aporte a la ciudad de Buenos Aires (el impuesto automotor tiene alícuotas del 3,2 al 5% sobre el valor fiscal) y otro a la Nación, por el impuesto a los Bienes Personales. A fuerza de su desactualización en un contexto inflacionario, este tributo se coló en los últimos años en el presupuesto del hogar.

La base imponible de Bienes Personales subió de $ 102.300 a $ 305.000 en 2007; triplicó así su valor en el único cambio que tuvo en más de una década. "Sin embargo, entre 2001 y 2014 los precios promedio del mercado de los departamentos se multiplicaron casi por 18, y el valor fiscal -parámetro usado para definir la base imponible- lo ha hecho en 11 veces, tomando como ejemplo una unidad de dos dormitorios en la ciudad de Córdoba", señala Capello. Además, recuerda, la modificación de 2007 implicó que el impuesto se calcule sobre la totalidad del patrimonio gravado y no sobre el excedente de la base imponible (como ocurría antes).

Cae la noche y en el departamento de Palermo el matrimonio hace cuentas para ver si en unos meses podrán viajar. Entre los números por tener en cuenta está el impuesto de 5% que pesa sobre los pasajes al exterior y los recargos de 35% que se aplican -a cuenta de Ganancias o Bienes Personales, de corresponder- en la compra de moneda extranjera, el pago de paquetes turísticos y compras en el exterior.

Desde un país vecino, Chile, llegó la comida de la noche, un salmón, producto gravado con un arancel de importación de 10% que se suma, según la descripción de Marcelo Elizondo de la consultora DNI, a varias obligaciones tributarias y gastos administrativos vinculados al ingreso de la mercadería. "Un bien importado puede cargar con un costo que hace que el precio por pagar sea de hasta dos veces y medio su valor original", resume.

Los chicos ya cerraron los ojos y llegó la hora de ir a descansar también para los adultos. Pero ni al dormir la familia está exenta. Quedaron en marcha la heladera y enchufados otros artefactos. La boleta del servicio de electricidad, que habrá que pagar mañana junto con la de Alumbrado, Barrido y Limpieza y el impuesto inmobiliario porteño, incluye recargos "visibles" que pueden representar 2 de cada 10 pesos. Como en la factura del agua.

 

Fuente: La Nación.-
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