Selfies, mate y bebés: la política de los asesores

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Los consultores políticos imponen el tono de una campaña básica y edulcorada. ¿Se subestima a la gente o alcanza con litros de mate y trekking por los barrios para ganar la elección? Los spot más bizarros a nivel local. 







 

Por Graciela Marcet

“Los asesores políticos diseñan frecuentemente el paisaje de la política” dijo hace un par de meses la precandidata a vicepresidenta de la Nación por el PRO, Gabriela Michetti. En un encuentro con la autora de la serie “House of cards”, la senadora aprovechó la trama del envío de Netflix para pegarle indirectamente al gurú máximo del macrismo, Jaime Durán Barba, quien mucho antes de quedar en evidencia por recomendar el giro discursivo de Mauricio, había asegurado que la legisladora no era más que “una militante”.

Más allá de la interna del PRO, la frase de Michetti tiene mucho de real. En un año de decisiones clave para el futuro del país, los discursos políticos se adueñaron de los espacios públicos y los colores de los distintos partidos empezaron a modificar el paisaje. Pero, por obra del ejército de consultores, la campaña del 2015 tiene cada vez menos de política y más de marketing. O tal vez no, si se considera que la política actual parece perder progresivamente su esencia -de debate, planificación y trabajo para la transformación social- y se acerca peligrosamente a la competencia entre jingles para pre-escolares y ronda de selfies para compartir. 

En la carrera electoral, San Juan sigue la línea nacional de la mayoría de los partidos, con candidatos que esquivan los asuntos polémicos. Con la excepción de algunos de los políticos más desfavorecidos en las encuestas (los únicos en animarse a tocar algún tema de fondo con la esperanza de meterse en la pelea después de las PASO), los principales precandidatos evaden la molesta pregunta sobre cómo harán para resolver los problemas que acucian al país: la subsistencia de condiciones de pobreza y precariedad, inflación, robos y asesinatos, corrupción en los distintos poderes, narcotráfico… Ni hablar de los intocables como aborto, trata, el abandono a los pueblos originarios y contaminación. 
“Los famosos asesores de nuestros candidatos son unos cráneos que se la pasan mirando encuestas, focus groups, alianzas, consignas, y creen que eso es hacer política. Todos con la misma estrategia: háganse los boludos, besen muchos bebés y no se metan en líos”.

Así lo dijo Alejandro Borensztein en su columna de humor político, en una inmejorable descripción de la guerra fría que hoy libran los presidenciables mejor posicionados, que confían ciegamente en el asesoramiento de sus gurúes internacionales.

Los expertos son recibidos con alfombra roja por los políticos argentinos, que esperan ser mágicamente conducidos hacia el éxito como Bill Clinton, Barack Obama y otros líderes mundiales, sin pensar que tal vez no tengan la misma capacidad para manejar a los medios y mucho menos a un país. De todos modos, se entregan sin chistar al modelo para armar que los maestros en marketing se jactan en construir. Sin distinción de doctrina política u objetivos, el primer paso es intentar lucir lo más campechano posible para salir de gira por los barrios a alzar niños, besar señoras mayores y abrazar a cualquier transeúnte que tenga pinta de trabajador.

¿Cuántos mates hay que tomar para ganar una elección? ¿Garpa más el termo color fluorescente que el de acero inoxidable? ¿Cuántos escarpines hay que mostrar como símbolo de renacimiento constante y amor por la vida? ¿Cuántos votos acredita la foto con un casco puesto (no importa de qué) y cuántos se puede obtener por sumergirse a una acequia como un barrendero más? A falta de un informe bizarro de Chiche Gelblung al respecto, habrá que esperar a las elecciones para comprobar si los consejos de los afamados asesores resultan tan mágicos aquí como en el resto del mundo o si son simples castillos de arena, que se deshacen como la amplia brecha soñada por el PRO en Capital Federal.

El riesgo de jugar a la política de los asesores no es poco. Si no mejor preguntarle a Miguel del Sel, cuya campaña quedó anclada en el bochorno de bromear con temas demasiado sensibles y pagó el precio de creer que su particular humor era suficiente para distraer a quienes querían algo más que chistes. O a Mariano Recalde, que no repuntó ni por pasearse con Echarri, Picchio y Morán. ¿Por qué entonces nadie atina a rescatar un par de ideas para sus campañas? ¿Será que el riesgo de hacer el ridículo con jingles tipo Barney siempre será menor que el de debatir temas espinosos?
A pocos días de las PASO, los presidenciables ya tienen poco margen de acción y también se achica el de los consultores, cuyo prestigio será puesto a prueba, al menos a nivel nacional.

La situación es diferente en San Juan, en donde los consultores esconden la marca de su campaña. Si bien los encuestadores son señalados como los asesores de marketing de los principales candidatos, nadie se hace cargo públicamente de las estrategias. 

Desde el estilo Cris Morena del FPV, hasta las escenas del PRO rayanas en la ciencia ficción, con Gimena Martinazzo y su equipo barriendo las calles de Rawson, las estrategias sanjuaninas demuestran un asesoramiento múltiple, que solo parece tener como factor común la idea de entusiasmar a quien pareciera que debe elegir con quién viajar a Bariloche y no optar por un proyecto de país a largo plazo.

Sin embargo, no todo es negativo: algunos casos merecen un reconocimiento por el esfuerzo de buscar la mejor faceta posible del candidato en cuestión. El mejor ejemplo quizás sea el de Juan Carlos Gioja, quien inteligentemente fue aconsejado para ceder la voz a sus vecinos, en un spot en el que ellos alaban las obras realizadas en el departamento y protegen así al intendente de su escasa capacidad discursiva.

Otro caso positivo es el del basualdista Marcelo Orrego, que en su campaña “Santa Lucía tiene futuro” optó por mostrar los avances en el distrito, sin caer en escenas románticas ni demagógicas. La simplicidad también favorece a Marita Benavente, precandidata a vicegobernadora con Ruperto Godoy, quien esboza ideas básicas como “los temas que hay que afinar”, bajo su slogan “más rock en la política”.

Otro de los que no desafinó fue Daniel Molina, quien apeló a la filmación de un mano a mano con José Luis Gioja, para rescatar las “virtudes de gestión” del ministro y esperar que la cercanía con el gobernador sea el naipe ganador para recuperar Santa Lucía.

Con pocos recursos para campañas audiovisuales y un gesto serio que le impide mostrarse tan sonriente como sus competidores, Kuchen parece basarse en el apoyo que ganó en el ámbito académico mientras su coequiper Suárez Jofré apela a la carta de la decencia de Stolbizer para abrirse paso con los Progresistas.

Más allá de estas excepciones, atinadas en ir hacia lo seguro, el resto de las campañas locales se queda en la clásica ronda de besos y canciones color esperanza. Sin definición quedan extraños casos como el del oficialista Fabián Gramajo, de Chimbas, cuyo endeble recitado evidencia la falta de clases de declamación, o el del radical Daniel “Popular” Riveros, a quien debemos agradecer por no dedicarse al alcohol, como Ráfaga, sino a “su Angaco”.

“Necesitamos que San Juan siga siendo lo que es hoy y aún mejor: un lugar previsible, transparente, cariñoso, bueno para que tus chicos crezcan y bueno para que vos prosperes” dice Uñac en uno de sus spot. “Transparente”, un adjetivo demasiado generoso para un gobierno envuelto en denuncias de coimas y operaciones ocultas para explotar minerales peligrosos en zonas protegidas. “Bueno para que tus chicos crezcan”, una expresión que evita usar la palabra “seguro” para una provincia que dejó de serlo. ¿Le aceptamos el “cariñoso”?

Tal vez tengan razón los asesores y para algunos el silencio sea la mejor estrategia, a ver si el trekking, el mate y los abrazos alcanzan para ganar las elecciones y gobernar durante los próximos cuatro años.
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