Conocé al "santo" de los pibes chorros argentinos

Interés General
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Murió a los 17 por el gatillo fácil de un policía. De allí en más es un mito, y su tumba, lugar de peregrinación de los delincuentes.

En esta historia no hay buenos. Hay malos y otros más malos. Víctor El Frente Vital era un pibe chorro. Desde los 13 empezó a sentir que la vida había que vivirla a mil. Intuición de que tal vez la suya sería corta.

No era uno más en sus pagos. Tenía códigos de malandra. Sin haber leído un libro completo, sabía bien podría haber vivido en el bosque de Sherwood y no en la villa San Francisco de San Fernando. Para muchos del asentamiento, él era Robin Hood. Aunque fuera un delincuente.

Ya pasaron 17 años y los que hoy curten más de 30 recuerdan cuando la villa se puso cheta. El Frente se robó varias bolsas con remeras Lacoste y las anduvo repartiendo. O cuando se hizo con un camión repartidor de La Serenísima y en todas las casillas comieron queso de marca y tomaron leche y yogurt como nunca antes en su vida. Aunque el producto fuera a costa de sacarles a otros.

Un artículo del imaginario código del Frente consistía en mandar paquetes con comida y fasos a los presos de Olmos y Sierra Chica. Compañeros de trabajo.

Aquel 6 de febrero de 1999, Víctor quería unos mangos para llevar a Belén a Tropitango. Porque tenía dos pasiones: la cumbia y Boca. Y como su fuerte no eran las matemáticas, a los 15 ya hablaba como uno de 70: “Si me bajan, que me hagan una corona con los colores de Boca y me toquen cumbia”.

Para él, esa carpintería a ocho cuadras de su casa era un paseo. No le importaba que el dueño era un modesto laburante. El cielo estaba cubierto ese sábado. Para él y su compañero Luisito no fue problema chorearla. Escaparon al trote. Cuando ingresaron a los pasillos de la villa tiraron las armas. Entraron a la casilla de Inés Vera.

 

La mamá de Víctor abrió un merendero en su casa para 170 chicos y creó una escuela para adultos con el nombre de su hijo.

Todos le abrían la puerta a Víctor, el chorro que repartía. Al toque llegaron dos patrulleros. De uno se bajó el cabo Héctor Eusebio Sosa, el Paraguayo. Pateó la puerta de la casilla y vio a Víctor debajo de la mesa.“Me entrego”, le dijo. Por primera vez lo dijo con miedo. Porque el apodo tumbero se lo ganó por no asustarse ante la yuta.

El Paraguayo le metió cinco balazos a quemarropa. No sería el primero que bajaría. Mataría a más pibes chorros. El cabo Héctor Sosa fue a juicio. Absuelto en primera instancia y luego condenado a una pena menor, sólo pasó unos meses en la cárcel. Su esposa lo denunció años atrás por haber violado a su hija de 12 años.

Luis Rojas, el cómplice de Víctor en aquel robo, fue herido de un balazo ese día y se salvó por poco. Luego caería preso por otros hurtos y hace unos años fue abatido por la Policía.

 

Tres días después, el 9 de febrero, llovía sin parar. Allá, frente a la tumba “S-21-00-55”, estaba paradita la familia de Víctor. Su mamá Sabina y sus hermanos. Ellos sí, gente trabajadora. El ataúd fue bajando en el pozo con las banderas de Boca y Tigre cubriéndolo. Los disparos al aire lo acompañaban. Dos micros y un camión con acoplado llegaron repletos con aquellos que ya consideraban a El Frente un mito.

Hoy su tumba es la más visitada del cementerio de San Fernando. Flores de plástico, botellas de cerveza y restos de porro son las ofrendas. El que va a robar pasa por allí. Le piden protección. Dicen que cuando la Policía dispara, las balas se desvían, o cuando son heridos, se recuperan rápido.

Hasta las chicas se dan una vuelta por el lugar para pedir novio. En cientos de casillas está su imagen enmarcada junto a la de Gilda y el Gauchito Gil.



El Frente es desde hace 17 años el santo de los pibes chorros. Frente a la tumba se escucha su himno: “Suenan la cumbia y los tambores. Todo el villerío está de fiesta. Traigan el vino, mucha cerveza, que el día es nuestro, y hoy se festeja. Como no hay moneda, ni una changuita y encima llueve, me quedo en casa. Pongo una cumbia colombianita, que la acompaña el ruido de las chapas. Si viene la negra estamos completos. Cerveza, vinito, mortadela y queso. Si viene la negra estamos completos: ruidito a chapas, cigarrillo y sexo..."
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