Quimions, la creatividad sanjuanina para alegrar a nenes con cáncer

El equipo de técnicas de Hematología y Hemoterapia del Hospital Rawson tuvieron la idea de hacer más amigables los sueros de quimioterapia. Pusieron manos a la obra para paliar ese momento tan duro para el pequeño paciente y sus familias. Hoy sus creaciones son coleccionables, los chicos las piden para jugar y llevar a sus casas.

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En el año 2015 a las 6 técnicas de Hematología y Hemoterapia del Hospital Rawson se les prendió la lamparita para alegrar a los pacientes que día a día iban a pelearle al cáncer. En el Servicio de Oncología Pediátrica comenzaron a verse los “Quimions”, el proyecto para recubrir los sueros de la dura terapia con personajes amigables y tiernos.

La quimioterapia es un tratamiento duro para el chiquito y para los papás. Además de suponer la pérdida del cabello y la debilitación general del niño, implica mantenerlo en condiciones de asepsia, es decir, prácticamente reducir todo contacto con el exterior. Es una etapa de la terapia que puede ser agotadora para toda la familia.

De allí surgieron distintas ideas, al punto en que el primer piso del hospital nuevo, donde funciona el servicio; parece un pequeño jardín de infantes. La sala de espera que contaba con mesitas y sillitas coloridas, crayones y libros donados por FUNDAME; ha sumado un mural del prestigioso Milo Lockett (ver nota vinculada). Y desde 2015, ese espíritu para humanizar el trato con los pacientitos se ha extendido a las habitaciones con la llegada de los Quimions.

Myriam Riveros contó a DIARIO MÓVIL que primero fueron 4 profesionales las que empezaron a imitar los personajes de las películas para adaptar las carcazas de los sueros. Ahora son 6 las técnicas dedicadas a la confección con tela vegetal, pinturas y mucha imaginación. Luego Walter, uno de los técnicos del servicio los usa también para contarles historias a los chicos mientras va pasando el líquido. También la psicóloga utiliza los Quimions para decorar en el consultorio.

 

Cada creación es distinta y deben renovarlas rápidamente porque los chicos al finalizar el tratamiento piden su Quimion y terminan siendo coleccionables e intercambiables entre los niños.

“El tratamiento es doloroso y dura dos años. Si pasan, para una es lo mejor. Pero hay que pasar esos 2 años”, comentó Myriam. “Hay internaciones, puede haber sangrados. Después los ves grandes y que te saludan y es una alegría inmensa. También hay algunos que no pasan”, contó emocionada.

Myriam lleva 27 años en este trabajo y a cada declaración la secunda más silenciosa Gabriela que lleva 10 años de antigüedad. Confesaron que terminan haciendo terapia entre ellas, porque se terminan involucrando para lo bueno y para lo malo con las historias de sus pacientes. “Te abrazan y besan, te hacen regalos, dibujos y ¡los mensajes que te dejan! Y llegas a tu casa pensando “de qué me quejo”. Es difícil no quebrarse porque una tiene hijos. Pero también pensamos, ¿por qué yo? Por algo Dios nos puso acá. Tenemos que hacer un papel por ellos”, afirmó Myriam.