Gaby Ferrero, la actriz que cumplió 40 y pausó su carrera para adoptar a un chico abandonado en Misiones

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¿Y si no le gusto? ¿Y si la pasamos mal?", pensaba esa tarde la actriz Gaby Ferrero, en la oficina de la directora del hogar El Refugio, en Posadas, que daba techo y comida a casi treinta chicos en una de las provincias más pobres de país. Era a fines de junio de 2006, poco más de las 14, la Argentina estaba por quedar eliminada del Mundial de Alemania y la mujer lanzaba miradas nerviosas hacia el patio, deseando que el tiempo se detuviera. Como pasa a veces, cuando algo que se anhela mucho está a punto de hacerse realidad.


Apenas terminó el partido, un torrente de gritos y sonrisas salió de las habitaciones e inundó el exterior. Y uno de esos rostros bajitos y morenos la miró directamente a los ojos. "Tenía una banderita argentina pintada en la mejilla y estaba muy flaco", recuerda hoy en su casa del barrio de Flores. En otro sillón, Osqui Ferrero Márquez la escucha en silencio, con la misma mirada de pestañas enormes que hace doce años atrás.

"La idea de adoptar la tenía desde siempre, pero la maternidad, esa cosa que se supone que les llega a todas las mujeres, a mí no me llegaba", explica Gaby. Hasta que se reencontró con una amiga de hacía mucho tiempo que había adoptado a una niña de siete años con HIV, algo que la impactó fuerte y le reavivó el deseo. Decidió adoptar a los 40, a contramano del universo: aunque podía ser mamá biológica, sin pareja, y a un chico grande en lugar de a un bebé. Una decisión, aclara, que no le impide tener una firme posición a favor del aborto. "Pensar que hay que seguir con el embarazo para darlo en adopción me parece una aberración, tanto para la madre que adopta ese niño como para la que tiene que sostener un embarazo indeseado por eso", explica.

Osqui nació en Misiones, el 28 de noviembre de 2000. Fue el noveno hijo de Hugo y María, un matrimonio humilde que se las arreglaba como podía para llevar el pan a la mesa. Hugo falleció en un accidente cuando Osqui tenía solo diez días y entonces todo fue cuesta abajo: María se puso en pareja con un hombre pérfido, ambos terminaron en la cárcel y los chicos fueron enviados a diferentes hogares.

"Llegué al hogar a los tres años -cuenta Osqui, que hoy tiene 17 y una voz tan serena que parece más adulta-. Mami [por Gaby] siempre dice que se veía mucha tristeza y era verdad, aunque a mí no me tocó tanto porque vivía jugando, saltando, corriendo, cantando". Pero una pregunta imposible de responder revoloteaba siempre en su cabeza: si algún día iba a poder salir de ahí. "Los más grandes se escapaban", recuerda.

Es que la vida en El Refugio no era fácil, con solo dos adultos para cuidar a tantos chicos. Si Osqui se hacía pis en la cama, lo bañaban con agua frío, como castigo, y una vez que estaba en penitencia de rodillas en la cocina, le cayó encima una olla de agua hirviendo y terminó en el hospital. Durante las fiestas, los mandaban a casas particulares. Una felicidad fugitiva y ajena, que se evaporaba antes de empezar: "Había familias, arbolito de Navidad y regalos. Y al día siguiente había que volver. No sé si entendés mucho eso a los cuatro años".

Fuente: La Nación
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