Un sanjuanino le donó un riñón a su amigo para salvarle la vida

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La historia de Rodrigo y Jorge es de un trasplante que nació en el club Unión. Son amigos desde más de dos décadas. De la mano del handball esa amistad se afianzó con la lucha entre la enfermedad y el deseo de ayudar. Jorge le donó un riñón a Rodrigo, un gesto de solidaridad que no se puede describir con palabras.






Vivimos en una época en la que los avances científicos son cada vez más importantes, en la que el conocimiento del cuerpo humano, y de las enfermedades que lo pueden atacar está más definido. Tenemos más herramientas, y más defensas para atacarlas. Sin embargo, en ocasiones no es posible curar una enfermedad sólo con medicamentos o mediante una intervención quirúrgica y la única posibilidad de salvación, cuando una persona esta aquejada de cierto tipo de enfermedades, es el trasplante. Pero tomar la decisión de donar un órgano no le resulta fácil a nadie. Y en la historia de Rodrigo y Jorge pesó mucho el afecto que existe entre ambos.

Rodrigo Fuentes (41) y Jorge Mercado (40) son amigos y compañeros de hándbol. Cuanto tenían 14 años se conocieron practicando este deporte en el Club Unió de Rawson. Lo que nunca imaginaron es que 26 años después el destino les iba a poner a prueba su amistad y superarla afianzando sus lazos de amistad. Jorge le donó un riñón a Rodrigo, un gesto de solidaridad que no se puede describir con palabras.

El tiempo fue pasando y la búsqueda de un donante compatible en el entorno familiar se le fue complicando a Rodrigo. Hasta que Jorge se propuso regalarle de por vida su riñón izquierdo. “Cuando vi que se le estaban terminando las posibilidades en la familia, que no podía conseguir un riñón por la compatibilidad, vi cómo la vida se le venía abajo. Un día agarré y le dije que no  buscara más. Así, con mucha fe. Intuí que yo podía ser. Al principio Rodrigo me dijo que no, pero se lo decía en serio,  y terminamos haciendo los análisis de compatibilidad más básicos en San Juan, como el de sangre. Después viajamos a Buenos Aires y visitamos la doctora con la que él se trataba y empezamos los trámites”, cuenta Jorge.

Todo lo que rodea a este tipo de operaciones es muy complejo, tanto en lo medicinal como en lo jurídico. “Después de los primeros análisis en San Juan, viajamos juntos a Buenos Aires para hablar con los médicos y hacernos los estudios. En junio de 2015 se confirmó la compatibilidad. Viajábamos dos veces al año a Buenos Aires. Tuvimos que ir a la Justicia para hacer todo un proceso que habilitara legalmente a Jorge a ser mi donante. Hicimos los trámites en un juzgado civil y nos autorizaron”, expresa Rodrigo.  La confirmación de la compatibilidad fue un alivio para Rodrigo, quien iba a poder mejorar infinitamente su calidad de vida.

Hace 7 años  Rodrigo se tiene que dializar, como consecuencia de una trombosis que le apareció de un momento a otro, dejándolo sin sus dos riñones. “En el 2009 caí en la terapia intensiva del ex sanatorio Brown. Me detectaron la enfermedad y me dijeron que la única salida era un trasplante. De golpe un grano chico me creció y ahí los médicos se dieron cuenta que los riñones no estaban filtrando. Desde entonces me tengo que dializar”, recuerda Rodrigo.

Fernando Sarmiento, el coordinador jurisdiccional de INAISA, explica que hay otros casos en San Juan de amigos que se donaron un riñón, pero aclaró que “no es común, ya que debe darse una serie de condiciones, como la compatibilidad de la sangre, de la estructura física y de la genética, entre otras condiciones más científicas”. Además está la cuestión legal. La ley 24.193 regula cómo son los pasos a seguir para los casos del donante vivo emparentado.

Sucede que una persona puede donar un órgano a un familiar hasta del cuarto grado de consanguineidad. Luego debe mediar una autorización judicial para poder hacerse el trasplante. Ese fue el caso de Rodrigo y Jorge, quienes debieron demostrar ante la Justicia que existía una amistad. La ley exige esa condición para evitar la comercialización de los órganos.

De vuelta el destino les demostraba que por algo había nacido aquella amistad en el club Unión de Rawson, cuando eran solo unos niños que iban a practicar hándbol. “Siempre fue un hermano para mí. Pero ahora es un hermano biológico”, cuenta  Rodrigo.
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