Joven de 24 años SUPERÓ el CÁNCER y está listo para volver a ATAJAR

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Se trata de Maximiliano Cáceres que volvió a ponerse los guantes tras ganarle al cáncer.



Todo lo que Maximiliano Cáceres aprendió como arquero de fútbol en los 24 años de su existencia no lo aplicó solamente para evitar goles. Sino, sobre todo, para salvar su vida.

Si atajar es resistir, Cáceres logró trasladar esa experiencia en el momento más crucial que le tocó atravesar: un cáncer de testículos, 40 sesiones de quimioterapia y dos trasplantes de médula (de 24 y 18 días de internación).

Este ex arquero de Unión Florida, Argentino Peñarol y Racing de Nueva Italia volvió a ponerse los guantes tras ganarle al cáncer, en un “campeonato” (como él mismo lo llama) que duró más de un año.

En medio de todo este proceso, “Maxi” -un flaco de enorme sonrisa, con 183 centímetros de altura, morocho, de manos grandes, apodado “Pantera”- seguía soñando con atajar.

Por las noches, mientras dormía en su casa de barrio Parque Liceo, su cabeza viajaba a partidos donde volaba de palo a palo. “Se movía en la cama, estiraba los brazos dormido. Cada noche era así. Soñaba partidos de fútbol”, asegura su viejo Eduardo.

Y fue justamente eso, el fútbol, ser arquero, lo que lo mantuvo centrado en esta batalla. Por eso, a los doctores y a las enfermeras del Hospital Ferreyra y del Privado les hablaba todo el tiempo de que iba a volver a atajar.

El fútbol fue ese amuleto. Cuando le tocaba armar el bolso para ir a todas las sesiones de quimioterapia que tuvo en seis meses había dos cosas que no podían faltar: una pelotita pequeña y su camiseta de arquero con el “1” en la espalda y el apellido “Cáceres”.

“El buzo de arquero era mi pijama en el hospital. Siempre estaban en mi bolso, junto con esa pelotita. Me acompañaron siempre, como mi familia, mis amigos y mucha gente que ni conozco y me alentó en todo este proceso”.

Sus amigos recibieron un whatsapp hace varios meses, antes del inicio de las “quimios”, que pinta de cuerpo entero a “Maxi”.

-“Muchachos, hoy arranca la primera fecha del campeonato de quimioterapias 2018/19. Vamos con todo. Hay que ganar este partido sí o sí”.

Su padre lo escucha hablar y lo mira atentamente. Y con solo verlo sabe cómo está. Así le pasaba desde niño cuando lo siguió por cientos de canchas. Con apenas ver la posición corporal de “Maxi” debajo de los tres palos ya sabía si esa tarde iba a ser figura o se iba a comer varios goles.

Eduardo, su padre, fue guardameta de las inferiores de Instituto y jugó en Escuela Presidente Roca. Pero eran otros tiempos. “Había que trabajar y tuve que dejar. Hoy sigo despuntando el vicio atajando en la Topa, un torneo amateur. Y le transmití esta pasión por el arco desde chico”, asegura.

“Maxi”, a los cinco años, recibió los primeros guantes y desde allí no paró. “Maxi” quería atajar y lo acompañaron siempre.

“En el medio de la recuperación me acompañó varias veces y me fue él a ver jugar a mí. Se abrigaba, se ponía el barbijo y me seguía. Ahora, cuando ‘Maxi’ vuelva a atajar, dejó todo y lo sigo donde juegue. Cuando pasan estas cosas también te das cuenta que las prioridades son otras. Aprendés a acomodar los tantos”, señala su viejo.

En un año, “Maxi” ha vivido un torbellino de emociones. Muchas veces estuvo cerca de aflojar. Sobre todo luego de la primera sesión de quimioterapia.

“Estaba muy débil, muy mal. Lo trajimos a casa y fue muy difícil verlo así, se movía en silla de ruedas. Me dijo: ‘mami, no quiero volver, no voy a poder’. Pero después, ya a la segunda quimio, fue con otra actitud, como es él. La afrontó de otra manera y ahí comenzó a salir. Es muy fuerte el cachetazo que nos tocó vivir. Porque ‘Maxi’ hizo siempre vida sana. Era el fútbol, la familia, el estudio. Pero te toca y son lecciones que hay que aprender, te hacen más fuerte”, relata su mamá Liliana, mientras sirve café y hace lo posible para esconder las lágrimas.

Su familia, además, está compuesta por dos hermanas menores que también fueron gran sostén: Candela y Giuliana. Hoy, en la casa de los Cáceres hay mucha emoción. Que llegó después de 12 meses bravos.
Todo comenzó una tarde mientras “Maxi” se bañaba y sintió una dureza desconocida en uno de sus testículos. Fue el inicio de un camino que tuvo demasiadas salas de esperas, hospitales, doctores y enfermeras.

“Para el día del amigo de 2017, me voy a bañar y noto en uno de los testículos una dureza. No era normal. Pasó un tiempo, pensé que era un golpe. Hasta que le dije a mis viejos que necesitaba ir al médico para sacarme la duda. No imaginé que sería algo groso. Ahí me dan la noticia que tenía un nódulo y había que sacarlo. Me operé el 10 de agosto del 2017”, rememora.

“Yo seguía entrenando, trabajando… Y apareció el problema de nuevo, porque yo me dejé de controlar. Que sirva de ejemplo para otros: no hay que confiarse. Empecé con un dolor en la espalda, del lado de los riñones. Lo dejé pasar… Hasta que no aguanté más. El médico me da la noticia que la enfermedad había vuelto a aparecer y tomado partes del cuerpo: los pulmones y parte del hígado. Hubo que empezar quimio urgente. Me operé el 10 de agosto del 2017 y un año después sucede esto. Mi primera quimio fue el 10 de septiembre. Ahí arrancó todo”.

Fuente: Diario La Voz
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