Raúl continuó manejando su taxi llevando a médicos y enfermeros y se contagió de COVID-19

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El trabajador estaba ahogado de deudas, ese motivo lo llevó a continuar arriba de su vehículo, ahora está peleando por su vida. 







Esta no es ninguna historia de soberbia ni de irresponsabilidad. Raúl Romero no detuvo la marcha de su Toyota Camry y continuó manejando en las calles de Nueva York. Con tantas deudas acumuladas, el hombre no podía estacionar su vehículo y dejar de generar ingresos. La siguiente, es un relato desafortunado de un responsable hombre, que siguió trabajando con el único deseo de estar al día en sus cuentas.




La historia fue publicada en el Washington Post En un texto de la periodista Heather Long, editado el 4 de abril, la profesional de la información narra las desventuras y tragedias de este hombre que pensó en seguir trabajando aún ante la expansión de la pandemia del coronavirus. Protegiéndose con un tapaboca y guantes.

Cuando la pandemia del coronavirus empezó a expandirse en todo el mundo y aterrizó en Nueva York, Raúl Romero sabía que tendría inconvenientes. Viviendo en El Bronx y trabajando manejando un Toyota Camry, si dejaba de laborar sus cuentas se acumularían y sería el principio de un problema mucho más grande: la morosidad.

Con gastos mensuales fijos que ascienden a 2,190 dólares, sin contar la comida ni la salud, Raúl Romero siguió trabajando. Primero empezó a transportar a médicos y enfermeras que batallaban contra el coronavirus: "Bien, estoy haciendo mi parte para vencer al enemigo", pensó.


Su esposa le pedía que se quedara en casa, pero él sentía el deber de hacer su trabajo
Su esposa le pedía que se quedara en casa, pero él sentía el deber de hacer su trabajo


Pero, rápidamente, los usuarios cambiaron y ahora se veía transportando a clientes que iban a los hospitales a comprar productos para personas con síntomas del coronavirus o a usuarios que se harían una prueba de descarte del COVID-19 o posibles infectados que no paraban de toser en su vehículo. Hasta que sucedió.

Hasta que un día presentó todos los síntomas del coronavirus. Mientras la fiebre ascendía y su cuerpo le pedía quedarse en la cama, su mente recordaba cada rostro que había transportado en los últimos días. Vio al doctor con su maletín, a la enfermera con su mascarilla y después al señor que tosió mientras iban al hospital.

Fue el sábado 14 de marzo el día que posiblemente se contagió. Un señor que transportaba tosió. Raúl se colocó su capucha (llevaba mascarillas y guantes) y continuó manejando impotente, la ley en Nueva York prohíbe que los taxistas bajen a los usuarios. Siguió rumbo al hospital mientras el señor le decía que había dado positivo al coronavirus. El viaje duró 20 minutos.

Cuatro días después Raúl empezó a sentir los síntomas. Su test dio positivo por coronavirus y desde aquella fecha no ha vuelto a trabajar. Su pareja, Sandra, lo atiende por las mañanas y luego camina hasta Manhattan donde es niñera. Ella aporta con 500 dólares a la semana para cubrir los siguientes gatos: alquiler 1100, seguro automovilístico 440, tarifa de taxi 320, estacionamiento mensual 150, teléfono 120, Internet 60, más comida y salud.

Ahora Sandra también empezó a presentar víctimas. Sus dos hijas: Stephanie, profesora, y Sthelyn, defensora de inmigrantes, tosieron hace poco; pero, aún no tienen fiebre. Los cuatro viven en un pequeño departamento de dos ambientes en el Bronx. Mientras tanto el Toyota Camry está estacionado y los integrantes de la familia Romero enfermos.

Fuente: El Comercio Perú
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