Ada Morales: "Mi hija María Soledad merece que le pidan perdón"

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La madre de la adolescente cuyo crimen conmocionó al país exhibe todo su dolor cuando se van a cumplir 30 años de su muerte; dice que se trató del femicidio "más grande de Catamarca".





Ada Morales está por cumplir 72 años y no abandona la lucha para que se haga justicia por el asesinato de su hija, consciente de que la muerte de María Soledad la hiere con un dolor insanable, pero con la certeza de que al mismo tiempo permitió descorrer el velo sobre la violencia de género, despertar a una sociedad sumisa y denunciar el abuso del poder político en la provincia.

"Siempre me pregunto de dónde saqué tanta fuerza. De Dios, de la luz divina, de mi hija que siempre me ayudó a transitar todo, y son los que me dan la fuerza suficiente para defender a mi hija", reflexiona Ada en su casa, la misma que tenía pegada en la puerta de madera un afiche en blanco y negro en la puerta, con la foto de su hija con la leyenda: "Catamarca, ayúdame".

A Ada nunca los condenados le pidieron perdón, al contrario. "Mi hija merece que le pidan perdón por lo que le hicieron"afirma, y denuncia: "La mataron dos veces, física y moralmente, cualquiera decía de ella cualquier cosa. Cosas espantosas que buscaban justificar lo que pasó". Saca fuerzas desde su religiosidad y de su madre italiana, que dice que siempre la acompaña desde que le enseñó a rezar.

Su esposo, Elías, murió hace 4 años y la acompañan 6 hijas. Todavía llora y tiene la voz quebrada por momentos al otro lado del teléfono fijo. No usa celular. "Yo llevo un dolor muy grande en el alma cuando nos enteramos de la triste noticia de mi hija y lo llamaron a mi esposo, que estaba en el colegio. Recibí la noticia y él vino y me dijo: 'Vos cambiate, quedate lista, que ya vuelvo para llevarte a la morgue para el reconocimiento'. Y cuando vuelve, la imagen de su rostro jamás me la voy a olvidar", recuerda.

María Soledad estaría por cumplir hoy 48 años. "Nunca me dejaron despedirla, nunca me dejaron volver a verla. Yo pedía que me dejaran tocarla, pero Elías me dijo: 'Quedate con la imagen de esa noche, quedate tranquila, es ella'", evoca Ada. El cuerpo estaba tan desfigurado que su esposo buscaba preservarla. Elías estaba acompañado de un policía. "Ese tipo me impidió como mamá ver a mi hija, pero ese dolor quedó siempre en mi alma".

-¿La Justicia le dio respuesta?

- Con la condena a ellos sí, excepto la de Tula, que debería haber sido más alta. Pero tendría que haber muchos más condenados por el crimen y por el encubrimiento. No solo fue la policía. Hubo personas que mintieron y a las que nunca tocaron, que caminan por la calle como si nunca hubieran hecho nada.

- ¿Hubo muchos que murieron?

-Sí, mi abogado, muy especial, muy cristiano, que hablaba cuando yo estaba mal. A él y a los abogados y al doctor Raffo, a su familia, por haber dicho qué le pasó a mi hija. El expediente era un rompecabezas y fue importante lo que hicieron para que haya condenas. Ahí quedó a la vista lo que pasó esa noche. Mucha gente estaba en duda y no creía, pero la autopsia confirmó lo que se denunciaba.

-¿No existía la palabra femicidio entonces?

-El femicidio más grande de la provincia de Catamarca fue el de mi hija. Pueden pasar muchos años, pero para nosotros es como si hubiera sido ayer. Tengo presente todo lo que pasó, las amenazas, las amenazas a los testigos y tantas cosas injustas que nos pasaron. Ahora recuerdo esos últimos momentos, cuando se despidió esa noche, cómo fue buscarla y no encontrarla. Muchas veces quedo sola en mi dormitorio, donde velamos a mi hija, llorando en esa pieza, y saco una cajonera con recuerdos de ella, la ropa, los poemas que escribía, sus calificaciones, su adolescencia. Guardo lo que la gente me manda de todo el país, cartas, canciones, videos, tengo casetes llenos de canciones que no sé cómo voy a hacer para pasar esa música ahora.

-¿Qué cambió en Catamarca?

-Hubo un antes y un después de María Soledad. Antes la gente era sumisa, tenía miedo, no se atrevía a denunciar, a hablar, y a partir de entonces empezaron a aparecer otros casos donde los papás hicieron marchas y denuncias. No se callaban ante los atropellos.

-¿Cree en la Justicia después del fallo?

-Yo no creo que todos los jueces sean malos, hay jueces probos en mi provincia, y la policía, no puedo juzgar a toda la policía de Catamarca por mi caso, donde el grupo que respondía a Ferreyra, al exjefe de policía en ese momento, cubrió todo lo de mi hija y trabajó para el encubrimiento. Hubo otros policías retirados que quisieron trabajar para aclarar el caso y no les permitieron hacerlo. El juicio por el encubrimiento quedó en nada.

-¿Por qué?

-Hubo 33 falsos testimonios del segundo juicio y acusaciones contra la policía, los bomberos que lavaron el cuerpo de mi hija, los custodios de la casa de Luque.

-¿La Justicia le debe una respuesta?

-Está en deuda. No fueron dos, fueron muchos en la violación de mi hija, pero cuando están de por medio el poder político y el poder policial ya se sabe que cuesta, y trataron de desviar la investigación y buscar hipótesis falsas o tratar de condenar a personas que no tenían nada que ver. Como el hijo de los Vargas, excelentes personas, buenos cristianos, que no tenían nada que ver.

-¿Le quedaron dudas tras la sentencia?

-No, estoy segura. Me habría gustado que a Tula le hubieran dado 21 años también. Pero lo que me duele muchísimo y que como mamá exijo es que se cumplan las penas, porque o por buena conducta o porque tienen que rehabilitarse no cumplen los años que les dieron. Eso porque tienen facilidad, privilegios, me duele muchísimo. Ellos dicen que tienen ese derecho, ¿acaso mi hija no tenía el derecho a vivir? Es una injusticia.

-¿En la sociedad hay dudas?

-Ahora quieren cambiar la historia, que no fueron ellos, que se los ha condenado injustamente, que Luque no estaba en Catamarca, y los jóvenes ahora creen eso, que les están mintiendo, pero a mí como mamá no me quedó ninguna duda. No nos equivocamos nunca. Elías se fue sabiendo que no nos equivocamos.

-¿Alguien le vino a pedir perdón?

-En 30 años no apareció ni un arrepentido que me haya dicho "fui yo señora", nada. No tuve ni una llamada y a mi casa nadie vino a pedirme perdón. No soy Dios para que me pidan perdón, pero por lo menos si hubiera una disculpa, pero nadie dijo nada, ni siquiera "perdón, no sabíamos lo que hacíamos". Mi hija merece que alguien le pida perdón por lo que le hicieron.

La Nación
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