Viajaron varios kilómetros para y adoptaron tres hermanos para no separados

Adrián y Fabio se inscribieron en diferentes registros pero solo les respondieron del juzgado de Mercedes. Había tres chicos de 16, 14 y 12 años. Las hermanas más grandes aceptaron de inmediato conocerlos pero Diego, el más chico, se negaba porque los compañeros lo cargaban. Durante tres meses, fueron en colectivo a visitarlos al hogar hasta que finalmente los cinco se fueron a casa.








Cynthia tenía 16 años cuando la trabajadora social del hogar en el que vivía con sus dos hermanos en Luján le dijo que había una pareja de hombres en Neuquén que quería adoptarlos. Mariana, la segunda, aceptó al instante. Diego, el más chico, tenía miedo de que lo discriminaran. Con 12 años, estaba cansado de que en la escuela lo molestaran porque vivía en un internado. «No quería venir a Neuquén y que lo cargaran por tener dos papás putos», cuenta Adrián.

Adrián y Fabio están juntos desde hace ocho años. Hace casi diez, se conocieron por Internet y un buen día decidieron mudarse y empezar a proyectar una vida juntos. Se casaron cuando se convirtió en Ley el matrimonio igualitario y ampliaron la casa para, después, agrandar la familia. Hace tres, se convirtieron en padres.

Primero, se inscribieron para ser tenidos en cuenta para un proceso de adopción en el registro de Neuquén. «Lo que te mata es la espera. Esperar que te llamen, si es que te llaman. Empezamos anotándonos para adoptar un nene o una nena de hasta 8 años. Después, fuimos ampliando la barrera de la edad a 10 o 12 años, con hermanitos si eran dos, para no separarlos», explica Fabio.

Al no tener noticias del registro provincial, se inscribieron en el Registro Nacional de Adopción. «Evolucionamos como pareja, nos animamos a ampliar la disponibilidad. Contactamos a muchos lugares pero nunca nos devolvían ni siquiera los mails. Contactamos al juzgado de Mercedes donde dimos con gente muy piola que nos llamó a la hora de haber escrito. Patricia, la secretaria del juzgado nos dio fecha para presentarnos y conocerlos. En julio, viajamos a Buenos Aires para el quinto aniversario de la Ley de Matrimonio Igualitario y, de ahí, nos tomamos un micro y fuimos para Mercedes», cuenta Fabio.

Llegaron al lugar. Decía «Juzgado penal juvenil» en la puerta. «Estuvimos a punto de no entrar. Nos invadió el miedo, teníamos mucha incertidumbre. El acto de paternar es un acto egoista porque vos querés ser papá. De ese acto sale lo maravilloso de adoptar a un niño, que ese niño te adopte a vos y ahí te quedás sin palabras», dice Adrián.

Después de conocer a las autoridades y de que les hicieran muchas preguntas sobre ellos -ninguna relacionada con su orientación sexual, aclaran-, les propusieron viajar al hogar en Luján. «Fuimos en la camioneta del director del hogar. Estábamos conmocionados porque nos contaron que ellos (los chicos) ya sabían que estaba la posibilidad de ser adoptados por dos papás de Neuquén. Nos preguntaron si no teníamos problema en conocerlos. En realidad, conocerlas porque Cynthia y Mariana estaban de acuerdo y habían estado hablando con la trabajadora social sobre la posibilidad de vincularse. Nuestro hijo, Diego, dijo ‘yo paso, yo no quiero’. Nos juntamos los cuatro, con las nenas. Recuerdo cuando íbamos entrando a la oficina: los pasillos se hacían eternos. Nos vimos, nos dijimos dos palabras, nos abrazamos y nos largamos a llorar los 6, la directora, y la trabajadora social, también», recuerdan.

Diego no estuvo con ellos pero los observó de cerca. Dio vueltas con su bicicleta en la ventana que daba al patio. «Vimos una personita que estaba por ahí y después, atando cabos, relacionamos que era él. Las chicas nos mostraron cómo vivían. Los otros chicos del hogar se abalanzaban pidiéndonos que los adoptáramos. En un momento, hasta le preguntamos al director si podíamos también adoptar a Jerónimo, un chico que se había acercado a nosotros y que nos rogaba formar parte de la familia. Ahora tiene la suya. Unos amigos que también son de Neuquén, hicieron los papeles para la adopción. Pero esa, es otra historia dentro de la historia», recuerda la pareja neuquina.

Ese día, estuvieron cuatro horas con las chicas. Volvieron a Neuquén y al viernes siguiente, estaban nuevamente en Luján esperando encontrarse con ellas. «Durante tres meses, estuvimos yendo todos los fines de semana. Llegábamos el viernes y, el domingo, nos tomábamos el colectivo de vuelta. La etapa más difícil durante un proceso de adopción, si estás lejos, es la de la vinculación. Porque los chicos ya sienten que están con vos y vos ya querés estar con ellos. Sos grande y no podés manejar las emociones. Les dolía la panza, la cabeza, se sentían mal y nosotros queríamos cuidarlos», relata Adrián.

Una de la tantas veces que fueron a Luján salieron a pasear. Las chicas los llevaron a todos los lugares a los que sus amigas de la escuela iban con sus familias a comer. Cuando volvieron al hogar, Diego preguntó qué habíamos estado haciendo y a la noche, le mandó solicitud de amistad a Adrián, que por mostrársela emocionado a Fabio, la rechazó. Se contactaron por mensaje privado y al día siguiente estuvieron desde las nueve de la mañana hasta las siete de la tarde en el SUM del hogar con los tres. La psicóloga le había dicho que tenía que permitirse conocerlos porque eran los futuros papás de sus hermanas y, pese a que tenía una postura machista muy arraigada, aceptó pasar tiempo con ellos.

«Nos hicieron dibujos, sacaban fotos, pedimos unas pizzas para almorzar y Diego dijo que era su primer almuerzo en familia. No me lo voy a olvidar nunca», recuerda Adrián. También se acuerda de la cara de conflictuado que tenía por lo que le habían dicho sus amigos sobre tener por padres a dos varones gays.
LOS CHICOS NOS PIDIERON QUE LES TUVIÉRAMOS PACIENCIA PORQUE HABÍAN VIVIDO UN INFIERNO CON SU FAMILIA BIOLÓGICA, UNA PESADILLA EN EL HOGAR Y ESTABAN APRENDIENDO A CONVIVIR EN FAMILIA

Ellos llamaban todos los días a una hora determinada para que se organizaran y no estuvieran todo el dia pendientes. Una vez, Diego preguntó ‘¿mis papás llamaron?’. Enseguida, se corrigió y dijo ‘los papás de mis hermanas’, pero ya lo estaba procesando. «El 3 de octubre de 2015, nos vinimos todos para casa. Los chicos nos pidieron que les tuviéramos paciencia porque habían vivido un infierno con su familia biológica, una pesadilla en el hogar y estaban aprendiendo a convivir en familia. El 25 de diciembre, Mariana le pidió a Adrián: «Pellizcame, papá. Es mi primera Navidad en familia».

«Ellos, toda la vida, soñaron con tener una familia y a nosotros nos cambiaron la vida por completo. Hay veces que tenemos que amenazarlos con sacarles el celular para que salgan con sus amigos. Les digo que papá las lleva, las trae a casa y les paga la entrada a todas sus amigas y ellos no quieren salir de casa», finalizan.
Lo más visto