PERSEVERANCIA y mucha SUERTE: Pasó de dormir en la CALLE a los 18 a COMPRARSE su propia casa 4 años más tarde

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A través de un hilo de Twitter, relató cómo superó el peor momento de su vida y busca inspirar a otros que atraviesan momentos difíciles.








Un joven de 24 años de Estados Unidos contó su inspiradora historia de vida a través de las redes sociales para incentivar a que otras personas superen las adversidades. Se quedó sin trabajo y fue sin techo, pero en cinco años logró salir adelante. Tras tocar fondo, estudió, consiguió un trabajo bien pago y logró comprar su propia casa.

Se trata de Chris Atoki, quien relató sus últimos cinco años de vida en un hilo de Twitter que rápidamente se viralizó. “Hace unos cinco años trabajaba a tiempo completo en un almacén e iba a la universidad a tiempo completo”, comenzó a narrar el joven. Según relató, debía entregarle a su madre la mitad de su sueldo.

“Me despertaba a las 7 de la mañana e iba a clase hasta las 15. Me tomaba una siesta de dos horas y me iba a trabajar a las 17 y trabajaba un turno de 12 horas hasta las 5 de la mañana. Tomaba otra siesta de dos horas y volvía a la universidad. Era duro, pero no tenía otra opción”, describió sobre el esfuerzo que realizaba en esa época.

A pesar de todo, las cosas parecían encaminadas, hasta que en el trabajo le anunciaron que iban a reducirle las horas y, finalmente, lo despidieron. Tenía 18 años y se había quedado sin ingresos, además, sus padres no le proveían ningún tipo de ayuda. “Tuve que abandonar la escuela porque ya no podía pagarla, porque no estaba trabajando”, recordó. Si bien solicitó “cientos de becas”, solo consiguió una, pero aún así le era imposible pagara. Entonces, llegó lo peor: “Tuve una pelea con mi mamá, así que me echaron de la casa”.

Aunque al principio trató de dormir en el sillón de la casa de su abuela, la convivencia no funcionó. Luego, intentó vivir en el dormitorio de su novia, pero a su suegro no le agradaba la idea. “Es entendible”, admitió en el hilo de Twitter. Entonces, no tuvo más remedio que dormir en su auto, un antiguo Ford Thunderbird. “Tuve que quedarme en mi coche. Recuerdo el día. Estacioné frente a un supermercado. Estaba helado. Tenía menos de un dólar en mi cuenta, algo así como 83 centavos. Sin familia. Sin amigos. Sin dinero. Hambriento. Tenía ganas de rendirme. Lloré. Intenté dormir”, rememoró.

Pero la angustia no lo dejó dormir esa noche. “Me quedé pensando en lo mucho que odiaba todo. “A mi mamá, a mi papá, a mi familia, a mi trabajo, la universidad, mi auto viejo, a las personas. Pero sobre todo a mí mismo. Me dije a mí mismo que mi situación era una acumulación de cómo mi vida no importaba”

Una de esas largas jornadas, en lugar de hundirse en las lágrimas, Atoki optó por tomar las riendas de su destino. “Me di cuenta de que la única persona con la que podía contar era conmigo mismo. No se cómo explicarlo, pero me dije a mí mismo que lucharía por mí mientras estuviera vivo. Sentí que había nacido de nuevo. Como una persona diferente. Iba a tomar la vida por las astas”, indicó.

Inmediatamente se dirigió a la biblioteca y se postuló para todas las búsquedas de trabajo disponibles: almacenes, carnicerías, fábricas, como ayudante de un DJ de eventos sociales y broker de seguros. Hasta que finalmente comenzó a trabajar como vendedor de colchones. Si bien el sueldo no le alcanzaba para alquilar un departamento, Atoki estaba contento con su logro.

“Me duchaba en el gimnasio al lado del local y me presentaba al trabajo. En los días en que yo era el único que trabajaba en la sala de exposición, dormía en las camas en lugar de en el auto”, señaló. Pero un día casi lo descubrieron, por lo que se puso a buscar habitaciones. “Encontré una decente por 550 dólares al mes”, detalló.

Aunque su vida parecía tomar un nuevo rumbo, el joven no estaba feliz. “No quería hacer esto por el resto de mi vida”, confesó. Entonces, decidió buscar universidades y terciarios a distancia. De esa forma descubrió la existencia de Lambda School, un instituto terciario que les da un préstamo a los estudiantes y estos recién lo comienzan a pagar cuando consiguen un trabajo de su rubro.

Lo único negativo es que la escuela solo tenía la opción de full time y Atoki tenía un trabajo, por lo que iba a ser imposible hacer ambas cosas. Pero el joven no se rindió y decidió buscar una solución. “Le envié un mail al CEO. No pensé que iba a responderme, pero lo hizo. Nunca había hablado con un CEO, pero hablar con él me dio el empujón y gracias a eso estoy donde estoy ahora”, dijo en referencia a que gracias a ese correo electrónico y la respuesta que obtuvo se animó a dar el siguiente paso.

A pesar de tener desventajas, Atoki siguió luchando por su sueño. “No tenía Internet en mi habitación ni en el trabajo, así que usaba mi celular para asistir a clases mientras trabajaba”, rememoró.

En el medio de sus estudios, nació su hijo. “Otra razón razón para luchar y esforzarme”, consideró. Así, entre un trabajo de medio tiempo, Atoki logró graduarse como técnico en sistemas. Pero su trayectoria le había dejado demasiadas lecciones y decidió compartirlas con nuevos estudiantes, por lo que se convirtió en asistente de enseñanza. “Quería ayudar a los estudiantes a lograr los mismos objetivos que yo y obtener la misma orientación”, indicó haciendo referencia a los 100 alumnos con los que trabajó.

Con el título bajo el brazo, obtuvo un trabajo como programador en Filadelfia y se mudó a esa ciudad para cumplir sus sueños: “Amo lo que hice y dupliqué lo que había ganado el año anterior. Seguí aprendiendo y fui cambiando de trabajo. Tengo una posición financiera mejor lo que podía imaginar”.

Finalmente, Atoki escribió una fuerte reflexión: “No importa dónde estés, encontrá esa motivación que te empuja a hacer las cosas mejor. No sucede de la noche a la mañana. Yo no soy especial, simplemente tomé el control de mi vida. Mi objetivo es mostrarle a la gente que, sin importar las circunstancias, los problemas pueden superarse. Soy un hombre negro de 24 años, tengo tatuajes y hace solo cuatro años no tenía hogar. Hoy soy dueño de una casa de 350.000 dólares. Si yo pude hacerlo, definitivamente, vos también podés”, concluyó.

Fuente: La Nación
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