Fue la primera bombera de su ciudad y se RECIBIÓ de ENFERMERA

Juliana Rios es de Glew, partido de Almirante Brown. Hace menos de un mes que se recibió.








Juliana Ríos tiene 23 años y asegura que va por la vida «intentando ayudar», que le gusta estar en esos lugares de donde a lo mejor, el común de la gente huiría. Eso es lo que siempre vio en su padre y su hermano, ambos bomberos voluntarios del cuartel de Glew.

Ella también es bombera, desde 2015. Y desde hace muy poco combina esa vocación con otra: el 4 de octubre se recibió de enfermera en la UBA y ya está ejerciendo, en operativos de control y prevención del coronavirus.

Cuando tenía 17 años, Juliana se convirtió en la primera cadeta mujer, inaugurando así un espacio mixto dentro de la escuela de cadetes que forma aspirantes a bomberos de 14 a 18 años.

“El primer día que entre al cuartel, sentí que era mi lugar en el mundo, fue el 5 de julio de 2014”, recuerda con precisión.

“Desde el momento uno empecé a tomarlo como una responsabilidad. Una vez dentro escuchaba la sirena y ya sentía la adrenalina de servicio”, afirma Juliana.

A la par de su oficio, en 2016, incentivada por sus padres que deseaban que siguiera estudios superiores, se anotó en el CBC de la UBA para la carrera de Psicología.

“La verdad, fue una elección al azar, fui sin saber que seguir, mire la cartelera y pensé que Psicología era una buena opción ya que tenía en claro que de esa manera podría ayudar a resolver conflictos en el otro”, cuenta Juliana.

El laberinto que arrancó en el CBC con la licenciatura en Psicología como meta y la idea también rondando de ser policía, terminaría con el título de enfermera.

«Al cursar Psicoanálisis empecé a ver cosas de mi vida que quizá no quería tener tan presentes», afirma. Además, dice, el estudio le quitaba muchas horas de atención a las personas de su entorno, algo que no ayudaba en la construcción de su meta de contacto cercano con las necesidades del prójimo.

“Quedarme encerrada adentro impedía que estuviera afuera ayudando a quien lo necesitaba”, comenta Juliana .

Durante el invierno de 2017, tras semanas de meditar y escuchar opiniones, decidió el cambio de rumbo: sería enfermera, como su hermana. Tres años y unos meses más tarde tuvo el título universitario en sus manos.

“Los primeros días me sentí más que orgullosa de haberlo logrado, no podía creer al fin ser enfermera, aunque todo el mundo me decía que ya lo era”, afirma Juliana.

Algo más: perseverancia no le falta ya que en 2018, a la par de los estudios de Enfermería y su labor en el cuartel, retomó los estudios de Psicología y ya está en tercer año.

El apoyo de sus compañeros bomberos lo tuvo siempre. “En varias oportunidades saqué licencias por estudio. Sí hubo veces que tuve que abandonar una clase por urgencia de servicio o, a la inversa, dejar un servicio para llegar a una clase importante”, explica.

“Todos piensan que los bomberos estamos tranquilos las 24 horas en el cuartel, y no es así. Cuando suena la alarma uno deja todo lo que esta haciendo para acudir”, comenta Juliana.

Al principio de la pandemia, más que en cualquier otro momento, fue cuando empezó a sentir el reconocimiento de la gente hacia las que hoy son sus dos actividades: bombera y enfermera.

“Son dos grandes profesiones para reconocer, y espero que siga habiendo personas que las elijan”, se entusiasma.

El vértigo de la pandemia hizo que empezara a trabajar aun antes de recibirse. En agosto, todavía sin tener la matrícula, fue convocada para el programa Detectar -de controles masivos en busca de casos sospechosos de Covid-10- en el municipio de Esteban Echeverría.

Desde entonces sus días consisten en levantarse a las seis de la mañana, tomar el Ramal Glew del Roca y después el Ramal Ezeiza, para llegar hasta Monte Grande y encontrarse con sus compañeros de trabajo.

Al finalizar su horario laboral, se convierte nuevamente en estudiante de Psicología a través de clases virtuales. Eso, claro, si no suena la sirena.

“Si suena, sin importar el horario que sea o lo que esté haciendo, dejo todo y corro hacia allá sin saber con qué me voy a encontrarme”.

Cada vez que eso ocurre y sale de su casa, a tres cuadras del cuartel, dice que siente «la adrenalina en el cuerpo». «Mis ganas de ayudar, de aportar lo mío, hacen que me olvide de todo lo demás», expresa.

Destaca el apoyo de fu familia, de los demás bomberos, de sus compañeros de la facultad, y redondea: «Desde que tengo uso de razón, siento que me gusta ayudar».
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