“La carne no se vende porque está cara para los sueldos”, dice la dueña de un frigorífico

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Gisele Remorini heredó de su abuelo y padre el disfrute de comprar hacienda vacuna en el mercado de Liniers. Con 36 años, un hijo y otro en camino, está a cargo de la faena y de la venta al público.








Aun embarazada, Gisele Remorini no se desconecta de la pasión de matarife que heredó de su abuelo y su padre. Lidera un frigorífico donde se faenan 1000 vacas por semana. Parte de lo producido por 37 “varones del cuchillo”, se venden en dos carnicerías de La Plata, también a su cargo, como su hijo de 5 años, por supuesto.

A los 36 años, la hija de Rodolfo Remorini, el titular de la que hoy es la matrícula más antigua del Mercado de Liniers, pisa con taco firme en los remates de ganadería vacuna. No quiere hacer distinciones de género, pero desliza con una mezcla de orgullo y picardía que el oficio le gusta más que a su hermano Rodolfo, quien recibió el nombre del patriarca fundacional, pero prefirió cederle protagonismo a su hermana.

El abuelo de ambos había abierto la primera carnicería de Bartolomé Bavio, un pueblo ubicado a 30 km de La Plata. Después armó un reparto por otros comercios, hasta que decidió dedicarse a la producción rural. Su hijo Raúl, el padre de Gisele y Rodolfo, siguió con el rubro cárnico.

“Luego de seguir con el reparto de carne, en el ’90 mi papá empezó a hacer un frigorífico, que inauguró el 13 de junio de 1997”, cuenta orgullosa Gisele. Y sigue enhebrando la saga generacional: “Yo arranqué a trabajar a los 18, en una carnicería. A los 23 empecé a vender carne en la calle. Iba con mi hermano y recorríamos carnicerías para poder vender. Después, mi hermano se dedicó a vender menudencias, achuras, y yo seguí con la carne”.

Es una de las pocas mujeres en la actividad, pero nunca se sintió ajena en el Mercado de Liniers. “Me gustó siempre, empecé a ir con mi papá a comprar en 2014. Si bien tuve alguna situación en la que ´no me dieron bola’, la mayoría de las veces siempre me trataron bien. Es un trabajo que lleva tiempo, pero lo hago con muchas ganas”, les comentó a sus pares de la Cámara Argentina de Matarifes y Abastecedores (CAMyA).
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