A su hija le llegó el turno para vacunarse cuatro días antes de morir de Covid: “Fue una cargada, una falta de respeto”

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Loli tenía síndrome de Down. Su mamá peregrinó por meses para pedir que la anotaran. “Nuestros hijos fueron dejados para lo último”, reclama.








La Justicia sigue yendo y viniendo con el escandaloso vacunatorio vip. Cuando nos enterábamos de que otras personas recibían dosis saltando el orden de prioridad establecido, con dudosa justificación, el desgarrador pedido de una madre agotaba todas las instancias posibles para lograr inscribir en el cronograma oficial a su hija con síndrome de Down, quien había sido operada del corazón a los 3 años y medio.

“Quiero compartir, denunciar y ser la voz de tantos inocentes que pagaron con sus vidas, murieron de Covid19 por tanta injusticia. Maldita burocracia, en este mundo del revés vale más una chapa o un cargo que los abuelos y los discapacitados. Ellos tendrían que haber sido los primeros, pero en este país tan corrupto, nuestros hijos fueron dejados para lo último. Soy la orgullosa madre de Lorena Paola Riva,a quien tenía apenas 40 años y síndrome de Down”, se presenta Gloria Beatriz Alarcón (65) en una carta abierta, que también difundió en un video.

Loli, como la bautizaron en el barrio de Berazategui, también tenía hipotiroidismo. Dueña de una personalidad activa y estimulada, defendía sus derechos.

“Era muy querida por todo su entorno. Patinaba desde los 11 años, fue parte del elenco de teatro integrado y compitió en torneos bonaerenses. También, hizo cursos de gastronomía porque su sueño era ser chef”, recuerda su mamá quien todavía siente el cuerpo marcado por sus abrazos.

Un laberinto de contratiempos

Sin éxito, la mamá de Loli recorrió diferentes vacunatorios y hasta intentó inscribirla en las aplicaciones aduciendo cualquier otra comorbilidad porque la opción “discapacidad” no estaba habilitada en ninguna. “Siempre recibía la misma negativa. Me decían que el turno iba a llegar por mail y no podían hacer nada. Sentía que nadie escuchaba mi reclamo”, lamenta Beatriz en diálogo con Clarín.

Es que, hasta mediados de mayo, las personas con discapacidad no formaban parte de ninguno de los siete grupos objetivo a vacunar contra el Covid-19.

Estudios realizados por la Sociedad Internacional de Investigación sobre la Trisomía 21 (T21RS), expusieron que este colectivo, particularmente las mayores de 40 años, experimenta un aumento sustancial de la mortalidad o de graves complicaciones tras la infección con el SARS-Cov-2. Otras evidencias científicas también respaldaron que el coronavirus es tres veces más mortal en adultos con síndrome de Down.

Para la fecha en que Loli comenzó a calificar como grupo prioritario de riesgo para recibir la vacuna contra el Covid, el máximo temor de Beatriz ya había traspasado al plano de la realidad. Loli contrajo la enfermedad. Empezó con un resfriado seguido por un cuadro de tos que alarmó a su familia.

El 22 de mayo saturaba bien, pero el 25 se agravó su estado de salud por una neumonía bilateral. La trasladaron al hospital Evita Pueblo de Berazategui en una ambulancia. “Temblaba de frío y tenía varias líneas de fiebre. Una vez que ingresó me la entubaron y nunca más despertó”, el tono de Beatriz se interrumpe, entrecortado por el dolor que sale de su garganta hasta transformarse en un manantial de lágrimas.

Una demora insubsanable
El 26 de mayo la trasladaron al área de terapia intensiva del hospital Carriquiriborde de Temperley, que pertenece a IOMA. 16 días de agonía. Aferrada a la esperanza de un milagro y a la espera de cada parte médico, Beatriz ya no vivía.

El 6 de junio fue una fecha clave. En la pantalla de su móvil apareció la notificación con el turno confirmado para la vacunación contra Covid de Loli, que tantos meses atrás había esperado. “Qué ironía. Cuánta rabia y dolor sentí en aquel momento. Me pareció una cargada, una falta de respeto. Ya era tarde, mi hija se estaba despidiendo de esta vida”, se descarga y se pregunta por qué a las personas con discapacidad no les dieron lugar a tiempo.

Ratifica que su lucha contra la discapacidad es de siempre. “Loli fue tan grosa que se aguantó todo ese tiempo internada para acostumbrarme a que nunca más la iba poder volver a ver en casa”, reflexiona después de un silencio.

“El 10 de junio falleció sola en el hospital por este maldito virus. La abracé, y le tomé las manos. Tenía las piernas heladas. Le abrí los ojos, ya no tenía vida. Le susurré a mi ángel que volara alto y fuera libre. Loli se mudó de casa, se mudó a mi corazón”, describe Beatriz en medio de un terrible vacío, y agradece haber tenido la bendición de ser su mamá.

“Estoy enojada con esta sociedad porque a los discapacitados no los registraron. Ese es mi dolor. Se lo digo a quien le corresponda la responsabilidad porque sobre sus espaldas tienen a otro inocente más”, sentencia con la esperanza de que la palabra discapacidad adquiera mayor importancia.
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