Adoptaron a un joven y su hijo: ahora son PADRES y ABUELOS

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La pareja se postuló a una convocatoria pública y hoy no sólo son madre y padre, sino también abuela y abuelo.








La convocatoria pública tenía como protagonistas a una adolescente y a su hijo. Una joven y un niño que merecían una familia que les restituyera sus derechos. Una historia donde si bien había dos chicos no se trataba de hermanos, sino de una madre y su hijo.

Del otro lado, una pareja analizaba la convocatoria y pensaba firmemente en cómo podrían cambiarles la vida a ellos, que permanecerán anónimos durante las siguientes líneas. “Activismo en lo cotidiano”, define hoy Susana Cantarelli, quien junto a su compañero, Lionel Aguiar, adoptó a esta díada y estrenó roles al convertirse al mismo tiempo en madre-abuela y padre-abuelo, respectivamente.

Luego de dos tratamientos que no prosperaron la pareja decidió que el modo de extender la familia iba a darse de la mano de la adopción.

“Cuando me encontré con esta historia empezamos a charlar sobre esta posibilidad que nos convocaba mucho a los dos. Lo que sabíamos de ella en ese momento era muy poco, pero sí que tenía muchos deseos de progresar, de estudiar, de tener el día de mañana un oficio o una profesión, y esto con su hijo iba a ser muy difícil. También nos gustaba mucho la idea de acompañarla en la crianza”, contó Susana, a la vez que reconoció que esto implicaba también un desafío.

Pasado el tiempo, los trámites y todos los aspectos previos al proceso de adopción, se inició la vinculación. En el medio, la pandemia de coronavirus, el aislamiento y la situación sanitaria que impedía o posponía el encuentro cara a cara. “Fue una espera bastante difícil. Le teníamos que avisar que íbamos a tardar un poco más y reforzar el 'quedate tranquila que te vamos a ir a buscar'”, rememoró la flamante madre-abuela.

Pero finalmente el día llegó. Eran dos más dos que, de repente, se convirtieron en cuatro: “El momento del encuentro fue muy lindo. Ellos ya nos conocían y nos encontramos en el juzgado. El chiquitito vino directamente a abrazarnos y, su mamá, atrás”. De allí en más, todo fue aprendizaje para todos, basándose siempre en paciencia, apoyo y amor.

En ese marco, Susana destacó la importancia de reflexionar sobre la situación de cada niño, niña o adolescente en estado de adoptabilidad:

“Los hogares, por más bien que funcionen, no dejan de ser una institución. Y los chicos tienen que crecer y desarrollarse en el ámbito de una familia. Esto no hay que perderlo de vista: el proyecto tiene que ser por y para ellos. Después, uno forma su familia y eso se traduce en bienestar para todos, pero eso es lo más importante”.

“Mamabuela” y “papabuelo”
En esta familia siempre estuvieron claros los roles a cumplir. Si bien la adopción incluyó a una adolescente y a un niño, todos comprendieron que a esta casa, completamente revolucionada, llegaban una hija y un nieto.

“En la práctica, tiene toda una complejidad para nosotros”, explicó Susana, a la vez que añadió que tanto los recién llegados como ellos mismos debieron adaptarse a los cambios que implicó esta construcción.

“Para mí es muy desafiante respetar la crianza que ella propone y, al mismo tiempo, orientar sobre cuestiones que estaban muy establecidas. Era todo un tema sostenerla a ella en su autoridad, en su rol de mamá, pero al mismo tiempo guiarla en cosas que no estaban tan buenas”, rememoró.

Los primeros tiempos incluyeron además la internalización de asuntos muy cotidianos: “Ellos estuvieron cuatro años institucionalizados, y esto no es gratuito. Tuvimos que trabajar muchísimo sobre las rutinas, sobre aspectos que en una casa se dan de manera distinta: desde reglas de convivencia hasta cuestiones como los horarios de las comidas”.

“La dinámica siendo madre e hijo es muy distinta a si fueran dos hermanos”, afirmó Cantarelli. En cuanto a esto y sus dificultades, sostuvo: “Conforme fue pasando el tiempo logramos amalgamar: ella está más abierta a nuestra opinión y acompañamiento, y nosotros también aflojamos un poco”.
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