El cuerpo incorrupto de un cura sanjuanino milagroso que hoy se encuentra perdido

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El cura José de Castro Hurtado fue un presbítero en la provincia de San Juan. Cuando se derrumbó la iglesia Santa Ana, en donde estaba sepultado, su cuerpo fue rescatado entre los escombros y este se encontraba  incorrupto después de llevar más de un década fallecido. Hoy el cuerpo se encuentra perdido bajo los cimientos de esta iglesia, luego de su reconstrucción por el terremoto de 1944.






Se conocen alrededor del mundo historias referidas a Santos cuyos cuerpos presentan signos de incorruptibilidad. Una de ellas, y quizás la más conocida, es el caso de Santa Bernardita de Soubirous, la vidente de la aparición de Lourdes. Algunas veces es el cuerpo completo que perdura durante muchos años, en otros casos son algunos órganos que se mantienen incorruptos.

En este sentido, en la Argentina se tienen algunos registros de personas con esta condición milagrosa, como es el caso de un sacerdote sanjuanino que formó parte de la historia durante el comienzo del siglo XIX. Se trata del presbítero José María de Castro Hurtado.

El cura José nació en San Juan de la Frontera hacia el año 1763. Hizo sus estudios eclesiásticos en el seminario de Santiago de Chile. Siendo clérigo de órdenes menores, se dedicó en Santiago a enseñar filosofía. Una vez ordenado sacerdote tuvo una profusa actividad sacerdotal.

En 1810 fue capellán de la iglesia de la Inmaculada Concepción, en el Pueblo Viejo. Fue cura interino de la parroquia matriz de la ciudad de San Juan y vicario foráneo interino de la misma ciudad y su jurisdicción, de 1810 a 1814. Durante sus años al servicio del sacerdocio se dedicó también a la medicina.

Pero lo más llamativo, y controversial para la época, fueron sus ideales políticos, hecho que lo llevo incluso a ser desterrado de San Juan. “Para mostrar una de las raras combinaciones de las ideas, añadiré que el cura Castro, cuando estalló la revolución en 1810, joven aún, liberal, instruido como era, se declaró abiertamente por el rey, abominando desde aquella cátedra que había sido su instrumento de enseñanza popular, contra la desobediencia al legítimo soberano, prediciendo guerras, desmoralización y desastres, que por desgracia el tiempo ha comprobado. Las autoridades patriotas tuvieron necesidad de imponer silencio a aquel poderoso contrarrevolucionario; la persecución se cebó en él; por su pertinacia fue desterrado a las Brucas, de triste recuerdo, y volvió de allí a pie hasta San Juan, herido de muerte por la enfermedad que terminó sus días”, escribe Sarmiento sobre el presbítero José en Recuerdo de Provincia.

Luego de su destierro regresó a la provincia. Vivió primero en Angaco, pero finalmente se instaló hasta el final de su vida en Concepción, en donde murió el 28 de julio de 1820. Con permiso del cura de Concepción, fue sepultado en la jurisdicción de la parroquia matriz de la ciudad de San Juan, la iglesia Santa Ana, cuya ubicación corresponde a la actualidad en calle Mitre antes de Mendoza.

En ese momento, el ser sepultado dentro de una iglesia era un privilegio. Según los historiadores, la tumba del presbítero estaba cubierta de una lápida blanca, cuyo epitafio rezaba: “Doctor José Castro Hurtado, QEPD, sacerdote, médico, padre de los pobres. El bien prodiga y la verdad enseña, difundiendo el espíritu cristiano; como un astro su nombre centellea, con el fulgor del cielo soberano. La tierra respetó su cuerpo inerte, cual triunfa su memoria de la muerte”.

 

Una tragedia que encontró un milagro  

En los últimos días de enero de 1833, las lluvias sobre las cordilleras y los deshielos violentos producidos por las altas temperaturas, comenzaron hacer sentir sus efectos con grandes aluviones que arrastraba con una crecida del río San Juan. “Las calles se convirtieron en ríos, las casas se desplomaban, los templos se derrumba, formando en sus caídas vorágines terribles por las aguas que se arremolinan y sepultan en sus entrañas a cuanto les opone resistencia. (…) Todo hace presumir que la ciudad de San Juan va a ser borrada del mapa de los pueblos por la asoladora inundación”, describe Nicanor Larraín en un artículo publicado en El país de Cuyo.

Cuando se derrumbó la iglesia en donde estaba sepultado el sacerdote José de Castro Hurtado, su cuerpo fue rescatado entre los escombros. Esto sucedió 13 años después de su muerte, pero ante el asombro de los presentes, el cuerpo del presbítero José se encontraba incorrupto.

Desde ese momento se generó un misticismo alrededor de esta figura. Incluso fue un hecho que llamó la atención del propio Sarmiento y lo llevó a retratar la escena. “Vi desenterrar su cadáver, enjunto, intacto, y hasta sus vestiduras sacerdotales casi inmaculadas. Reclamó una de sus hermanas el cadáver, y durante muchos años ha sido mostrado a las personas que obtenían tanta gracia, (…) como suele hacerlo con las de los cuerpos que han cobijado el alma de un santo. Recomiendo a mi tío, obispo de Cuyo, recoger esta reliquia y guardarla en lugar venerado, para que sus cenizas reciban reparación de los agravios que a su persona hicieron las fatales necesidades de los tiempos”.

 

El culto alrededor del milagro de la incorruptibilidad  

El cuerpo incorrupto de José de Castro Hurtado fue considerado por el clamor social como una señal de santidad, hecho que hizo que fuera expuesto y venerado en la sacristía de la iglesia de Concepción varios años. Durante este tiempo, los sanjuaninos le atribuyeron cualidades milagrosas y sobrenaturales al cuerpo ante los pedidos que a este se le hiciera.

Con el paso de los años, y como la fe en el cura Castro Hurtado iba en aumento, para evitar el fanatismo profano que la Iglesia Católica rechazaba determinantemente en ese entonces, es que se decidió sepultar el cuerpo incorrupto del sacerdote bajo tierra ésta misma iglesia.

Esta iglesia se había erigido como parroquia en el 1819, bajo la advocación de la Inmaculada Concepción. La vieja iglesia fundacional, que fue construida de adobe y tapia con arquería interior de ladrillo, colapsó la noche del 15 de enero de 1944 durante el fatídico terremoto con epicentro en la ciudad de San Juan.

Durante los años siguientes al terremoto de 1944, la iglesia de Concepción fue suplantada primero por una construcción de emergencia hecha de chapa, y luego por una nave de estructura más sólida. Recién en 1962 comenzó a erigirse el templo que se conoce en la actualidad.

Sin embargo, en esta construcción a cero de la nueva iglesia de Concepción no se previó el recupero de varias reliquias de santos curas que se conservaban en sus muros, como también la sepultura del cuerpo incorrupto de José María de Castro Hurtado. Tal vez en ese momento hubo desconocimiento o se decidió por lo que se denomina preservación arqueológica urbana, pero lo cierto es que todo lo que estaba bajo los cimientos de este templo quedó allí para siempre.

Hasta el momento se desconoce la existencia de una imagen de cómo era el padre Castro Hurtado, solo se conoce su legado y su participación en la historia sanjuanina, más allá de su oficio sacerdotal. Sin embargo, durante muchos años en su atribuida condición de milagroso hizo que se generara en torno a su cuerpo una fe y devoción de fieles que aún perdura en la actualidad.

Fuente: “Historia Eclesiástica de Cuyo”- Tomo I, diciembre de 1929. - de Pbro. José A. Verdaguer.

“La Ciudad Perdida, Memoria Urbana de San Juan”, 2006- Isabel Gironés de Sánchez.

“Historia de San Juan”, 1984- Horacio Videla
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