Casas Viejas, una comunidad que nació por un viajero

Cultura
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Casas Viejas es un pueblo ubicado a las faltas del cerro Pie de Palo, en Caucete. Allí lo que para muchos puede significar una vida llena de sacrificios, para sus pobladores es una vida tranquila y con sencillez. Ellos realizan casi todo con sus propias manos y son varias las generaciones que nacieron y se criaron en este lugar.






Llegar a Casas Viejas, en Caucete, no es un viaje fácil. Los caminos son escarpados y complicados, más aún, si las lluvias, que son comunes en la época de mayo, los destruyen un poco y se accede por una huella sólo transitable para movilidades 4×4 o a caballo.

Allí, en las las estribaciones del cerro Pie de Palo se ubica este recóndito lugar en donde solo unas pocas familias lo habitan. El tiempo parece no transitar y quedado en una época, lo que transforma a este pueblo en una comunidad que se mimetizarse con su entorno, en una relación de respeto y de protección con el medio.

Pero lo que para muchos puede significar una vida llena de sacrificios, para los pobladores, que son menos de 50, es una vida tranquila y con sencillez. Ellos realizan casi todo con sus propias manos; hay mucho esfuerzo, pero disfrutan de las pequeñas cosas, sin interrupciones ni ruidos urbanos.

Así, acobijados bajo la ladera del cerro, viven de la cría del ganado y de las chacras de legumbres y verduras. Construyen sus propias casas de adobe con techos de cañas y barro, y sus paredes son blanqueadas con cal. No tienen puertas, de sola una pieza y con letrinas atrás de ellas.

Con respecto al agua, se surten de ella mediante una vertiente que el mismo cerro les provee. Es almacenada y buena calidad -analizada por técnicos- lo que permitió que varias generaciones pudieran asentarse allí.

Sobre el origen del pueblo, según cuenta los vecinos, quien fue el primer poblador de Casas Viejas fue un hombre de apellido Sava. Se instaló en este lugar para poder criar cabras, pero también dicen que se quedó allí debido a que había restos de un asentamiento aborigen. Para él esto significaba que la vida en este inhóspito lugar de Caucete era posible.

De todas formas, no hay certeza en los datos del origen de esta comunidad, salvo por un olivo de 200 años que aún se encuentra en pie y la única construcción de piedra que soportó el terremoto de 1977. El resto se cayó y fueron reconstruidas por la voluntad de ellos.

En la actualidad, pese a las limitaciones que esta zona apartada de San Juan pueda contener, que no tienen señales de telefonía celular, a lo largo de los años ha comenzado a tener una serie de ayudas para mejorar la calidad de vida de los vecinos.  En este sentido, las viviendas tienen acceso a electricidad y a agua caliente.

En el 2011 mediante un programa nacional se instaló en cada vivienda un panel solar que les permite tener algo de energía eléctrica para alumbrarse en las noches y poco más. A su vez, desde hace un par de años tiene calefones solares por medio de una prueba piloto que se instaló allí por un organismo nacional.

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La oración y la educación 

Casas Viejas cuenta con una capilla. Esta es a honor de San Roque, y se erigió cuando uno de los vecinos, de apellido Ferreira, se asentó en el lugar y la trajo consigo hace más de medio siglo.

La devoción por este santo es fuerte en este pueblo y de lugares próximos a él. Todos los 16 de agosto realizan una fiesta en la que asiste mucha gente, que se complementa con una doma y venta de comida preparada por ellos mismos.

Por otro parte, este pequeño poblado anteriormente nunca tuvo educación alguna, por lo que la comunidad tiene una tasa de analfabetismo mayor a la media en las generaciones adultas. No obstante, para frenar este flagelo con las nuevas generaciones es que en el 2016 llegaron módulos en donde funciona un anexo de la Escuela República Argentina de Bermejo, donde solo se dictan nivel primario.

Este derecho a la educación significa un gran adelante para Casas Viejas, pues antes de que se instale el módulo para dictar clases, los niños tenían que trasladarse hasta Bermejo, pero la distancia y el estado de los caminos ocasionaban que los alumnos finalmente abandonaran la educación.
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