Este joven nacido en José C. Paz se quedó sin trabajo hace pocas semanas y no le quedó otra que salir a ganarse el mango. Está en pareja, tiene dos hijos y sobradas ganas de salir adelante.
“Mi meta es estudiar, progresar y poder estar presente cuando mi hijo empiece el jardín”, le dice con el pecho inflado a Ámbito.
Mientras cartonea, también le dedica tiempo a su pasión; vende sitios web básicos “porque me falta conocimiento, estudio”, resalta Alejandro.
Es que está capacitándose y apuntando todos los cañones al futuro. Quiere ser desarrollador web. “Cuando me sale algún trabajo, desarrollo sitios. Estoy capacitándome, pero me gustaría el día de mañana poder dedicarme a eso”, remarcó.
El nuevo comienzo
A raíz de una enfermedad crónica, Alejandro necesita visitar al médico periódicamente y controlarse la patología (prefiere no hacerla pública). Por tal motivo, y ante los reiterados permisos que solicitó en su anterior empleo, decidieron despedirlo. “Además tenía que cuidar a mi hijo; entendieron que bajé mi productividad, y por tal motivo me despidieron”, sostuvo.
Y admitió: “Sé que consigo trabajo en fábricas, pero mi meta es estudiar. Quiero estudiar, progresar y poder estar presente con mi hijo cuando empiece el jardín. Mi hermano me recomendó cartonear y hasta ahora me cierra bien. Puedo estudiar y dedicarle tiempo a mi nene”.
La vida del cartonero
El día laboral de Alejando empieza con su hermano. Ambos, empujando el carro, ese carro que al final del día les aportará el plato de comida. “Salimos desde Chacarita, pasamos por Paternal y volvemos a Chacarita. Trabajamos cuatro horas, más no podemos porque no nos da el cuerpo. Nuestra meta no es ser cartoneros, queremos ir progresando; estudiar y complementarlo con otro trabajo. Hacemos 120 kilos por día, nos metemos adentro de los tachos; nos miran porque revisamos la basura, pero no nos queda otra si queremos encontrar material reciclable. La gente no recicla, no está acostumbrada, no separan la basura, y a veces se hace difícil”, deslizó.
Y subrayó: “Es feo meterse adentro de los tachos, con vidrios, olores nauseabundos, y que la gente te mire mal. Pero es un trabajo digno. Se puede salir adelante, atrás de un cartonero hay una persona que quiere salir adelante, sobrevivir. Atrás de un cartonero hay una persona que pelea por sus sueños, que no le queda otra”.
Sobre las ganancias, el joven de 29 años aporta que “se gana bien, depende del esfuerzo de cada uno. Las ganas de hacer fuerza y poder arrastrar el carro”. Y sueña, mientras recorre los barrios capitalinos: "Me gusta aprender; descubrí la programación, me encantó, sentarme en la pc, volcar mi imaginación. Prepararme y crear software para un cliente. Amo eso”.
Sus sueños
Persiguiendo día a día sus objetivos personales y familiares, Alejandro cierra la entrevista deseando llegar. Llegar a ese lugar que anhela desde que se despierta hasta que apoya la cabeza en la almohada sobre el final del día. “Mi sueño es poder tener un empleo que me dé tiempo con mi familia. Calidad de vida, y que me brinde la posibilidad de tener un sueldo acorde a lo que haga en ese momento. Quiero terminar mi carrera y ser desarrollador web. Vivir de eso y darle una vida cómoda a mi familia”, concluyó.
Fuente: Ámbito