El hecho se dio en el partido por las semifinales de la Copa Libertadores del año pasado.
Messi BRILLÓ y Argentina GOLEÓ
Deportes
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En el Hard Rock Stadium, el equipo de Scaloni ganó 3-0 por los tantos de Lautaro Martínez y de Messi -2-, y lleva 34 partidos sin derrotas.
Honduras no era oposición. La incógnita era saber cuántos goles le haría la Argentina. Fueron tres, pero más importante que la cantidad fue el método. Y los protagonistas. Uno, omnipresente: Lionel Messi. Y en todas las jugadas (y en muchas otras) el estilo de la selección argentina: siempre el pase, nunca el pelotazo; las triangulaciones antes que la búsqueda directa del 9. Los centroamericanos opusieron músculo durante todo el encuentro. Pegaron muchísimo más de lo que jugaron. La Argentina de los Lioneles casi entra en ese juego más propio de un amistoso de otra época. Pero después de un par de encontronazos, aprendió la lección. Volvió a lo suyo y no hubo equivalencias.
Si el primer tiempo fue de Alejandro “Papu” Gómez y sus diagonales por la banda izquierda, el segundo fue de Thiago Almada y Enzo Fernández, quien bien pudo haber convertido en su debut absoluto con un remate de larga distancia. Todos ellos aprobaron y se van de Miami a Nueva Jersey con una flechita para arriba. A Gerónimo Rulli, titular en el arco por Dibu Martínez, casi no lo exigieron. Jugó mucho más con el pie que con la mano. Y Messi se jugó todo: dos pases deliciosos como un 10. Un penal convertido. Un gol de 9. Otro partido completo.
Fue un amistoso vintage: tuvo desde la persecución de Castellanos al capitán argentino hasta una gráfica más propia de un videojuego de hace 20 años que de un partido internacional. También hubo pierna fuerte, empujones, gritos y algunos insultos. Hubo dos amarillas (dos hondureños) en apenas 45 minutos. Hubo protestas airadas desde el banco de suplentes de la H: se levantaron al unísono ante una caricia de Lo Celso a uno de sus futbolistas. Hubo hasta una amenaza de tangana en el primer tiempo. El partido entrañaba ese desafío: vulnerar a un rival preparado para destruir. Desde lo futbolístico y, sobre todo, desde lo físico y lo mental.
Pero hay que hacer bastante más que eso para doblegar a esta Argentina. En talento (colectivo e individual) hubo varios goles de diferencia entre ambos equipos. Por eso, el propio Messi, en coloquio con Lo Celso, abrió sus manitos como diciendo “toquemos”. Pases. Desmarques. Encuentros y devoluciones. Triangulaciones. Y si no se puede encontrar la jugada de gol, se vuelve a empezar. Nadie se puede ruborizar. Después de todo, ese es el gen del fútbol argentino. En el segundo tiempo, con Honduras cansado de defender, ese plan se vio en todo su esplendor. La pelota jamás voló. Y por momentos, fue un monólogo argentino.
Se jugó con Honduras porque había que aprovechar la fecha FIFA. Y la sensación es que los jugadores precisaban juntarse para volver a vivir ese eterno viaje de egresados que experimentan cada vez que se calzan la camiseta albiceleste (ayer azul-violeta). En la libreta de Scaloni habrá pocas anotaciones. Quizás una en particular: Papu Gómez (otro enganche, para variar) está eléctrico. Regaló quiebres de cintura, amagues y diagonales por la banda izquierda. Cuando la jugada lo pidió, se vistió de interno para dejarle camino libre a Nicolás Tagliafico. A propósito del ex Independiente y Ajax, también cumplió. Y parece sacarle una cabeza de ventaja a Marcos Acuña en la lucha por el lateral izquierdo.
En esa libreta del entrenador argentino, una innovación: Lautaro no salió a jugar el segundo tiempo y Argentina jugó sin referencia ofensiva. En su lugar ingresó Julián Álvarez, pero no jugó de 9, su puesto en River. Se tiró mucho más a la izquierda. Y el 9 fue el 10. Messi, que no suele “estar” en el área, sino “llegar” al gol. El objetivo, desconcentrar a los zagueros hondureños. Puede ser un buen plan ante defensas cerradas y equipos que prioricen la defensa. Como Arabia Saudita, el primer rival de la Argentina en Lusail. Para eso sirven estos partidos: son ensayos ante 65 mil personas.
El 2-0 en el marcador era exiguo, y el partido daba todas las señales de estar definido mucho antes del pitazo inicial. Scaloni se dedicó a probar, porque para eso está la gira. Incluyó a Thiago Almada, que juega allí, en Estados Unidos. Y la conexión con Messi funcionó de inmediato. El futuro, hoy. Y hubo más de eso: Enzo Fernández y Nehuén Pérez también tuvieron minutos.
Y Enzo, el de Benfica, presionó, robó y asistió. ¿Quién definió? Messi, que con el ingreso de Almada quedó de 9. Y es otra posibilidad en el arsenal de Scaloni. La definición de La Pulga pagó la entrada de los 75 mil asistentes al Hard Rock Stadium. Botín bien hacia abajo, pelota hacia arriba. Golazo y sonrisas. Puras sonrisas. Más allá de lo futbolístico, ése es el denominador común. Los jugadores disfrutan. Pasó una prueba más. Queda Jamaica, el martes, en Nueva Jersey. Y después, a pensar en modo Mundial (con un último test, ante Emiratos Árabes). Con los 26 elegidos por Scaloni. Con Messi de 10. Con Messi de 9. Con Messi, todo es posible.
Honduras no era oposición. La incógnita era saber cuántos goles le haría la Argentina. Fueron tres, pero más importante que la cantidad fue el método. Y los protagonistas. Uno, omnipresente: Lionel Messi. Y en todas las jugadas (y en muchas otras) el estilo de la selección argentina: siempre el pase, nunca el pelotazo; las triangulaciones antes que la búsqueda directa del 9. Los centroamericanos opusieron músculo durante todo el encuentro. Pegaron muchísimo más de lo que jugaron. La Argentina de los Lioneles casi entra en ese juego más propio de un amistoso de otra época. Pero después de un par de encontronazos, aprendió la lección. Volvió a lo suyo y no hubo equivalencias.
Si el primer tiempo fue de Alejandro “Papu” Gómez y sus diagonales por la banda izquierda, el segundo fue de Thiago Almada y Enzo Fernández, quien bien pudo haber convertido en su debut absoluto con un remate de larga distancia. Todos ellos aprobaron y se van de Miami a Nueva Jersey con una flechita para arriba. A Gerónimo Rulli, titular en el arco por Dibu Martínez, casi no lo exigieron. Jugó mucho más con el pie que con la mano. Y Messi se jugó todo: dos pases deliciosos como un 10. Un penal convertido. Un gol de 9. Otro partido completo.
Fue un amistoso vintage: tuvo desde la persecución de Castellanos al capitán argentino hasta una gráfica más propia de un videojuego de hace 20 años que de un partido internacional. También hubo pierna fuerte, empujones, gritos y algunos insultos. Hubo dos amarillas (dos hondureños) en apenas 45 minutos. Hubo protestas airadas desde el banco de suplentes de la H: se levantaron al unísono ante una caricia de Lo Celso a uno de sus futbolistas. Hubo hasta una amenaza de tangana en el primer tiempo. El partido entrañaba ese desafío: vulnerar a un rival preparado para destruir. Desde lo futbolístico y, sobre todo, desde lo físico y lo mental.
Pero hay que hacer bastante más que eso para doblegar a esta Argentina. En talento (colectivo e individual) hubo varios goles de diferencia entre ambos equipos. Por eso, el propio Messi, en coloquio con Lo Celso, abrió sus manitos como diciendo “toquemos”. Pases. Desmarques. Encuentros y devoluciones. Triangulaciones. Y si no se puede encontrar la jugada de gol, se vuelve a empezar. Nadie se puede ruborizar. Después de todo, ese es el gen del fútbol argentino. En el segundo tiempo, con Honduras cansado de defender, ese plan se vio en todo su esplendor. La pelota jamás voló. Y por momentos, fue un monólogo argentino.
Se jugó con Honduras porque había que aprovechar la fecha FIFA. Y la sensación es que los jugadores precisaban juntarse para volver a vivir ese eterno viaje de egresados que experimentan cada vez que se calzan la camiseta albiceleste (ayer azul-violeta). En la libreta de Scaloni habrá pocas anotaciones. Quizás una en particular: Papu Gómez (otro enganche, para variar) está eléctrico. Regaló quiebres de cintura, amagues y diagonales por la banda izquierda. Cuando la jugada lo pidió, se vistió de interno para dejarle camino libre a Nicolás Tagliafico. A propósito del ex Independiente y Ajax, también cumplió. Y parece sacarle una cabeza de ventaja a Marcos Acuña en la lucha por el lateral izquierdo.
En esa libreta del entrenador argentino, una innovación: Lautaro no salió a jugar el segundo tiempo y Argentina jugó sin referencia ofensiva. En su lugar ingresó Julián Álvarez, pero no jugó de 9, su puesto en River. Se tiró mucho más a la izquierda. Y el 9 fue el 10. Messi, que no suele “estar” en el área, sino “llegar” al gol. El objetivo, desconcentrar a los zagueros hondureños. Puede ser un buen plan ante defensas cerradas y equipos que prioricen la defensa. Como Arabia Saudita, el primer rival de la Argentina en Lusail. Para eso sirven estos partidos: son ensayos ante 65 mil personas.
El 2-0 en el marcador era exiguo, y el partido daba todas las señales de estar definido mucho antes del pitazo inicial. Scaloni se dedicó a probar, porque para eso está la gira. Incluyó a Thiago Almada, que juega allí, en Estados Unidos. Y la conexión con Messi funcionó de inmediato. El futuro, hoy. Y hubo más de eso: Enzo Fernández y Nehuén Pérez también tuvieron minutos.
Y Enzo, el de Benfica, presionó, robó y asistió. ¿Quién definió? Messi, que con el ingreso de Almada quedó de 9. Y es otra posibilidad en el arsenal de Scaloni. La definición de La Pulga pagó la entrada de los 75 mil asistentes al Hard Rock Stadium. Botín bien hacia abajo, pelota hacia arriba. Golazo y sonrisas. Puras sonrisas. Más allá de lo futbolístico, ése es el denominador común. Los jugadores disfrutan. Pasó una prueba más. Queda Jamaica, el martes, en Nueva Jersey. Y después, a pensar en modo Mundial (con un último test, ante Emiratos Árabes). Con los 26 elegidos por Scaloni. Con Messi de 10. Con Messi de 9. Con Messi, todo es posible.
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