Nunca es tarde: Tiene 95 años y se casó en el asilo con su novia de 80

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María Teresa y Carlos pensaban que el amor ya les había pasado de largo, pero se conocieron y no se separaron más. "Cuando la vi, mi corazón se llenó de alegría", contó él.

Fue la boda soñada. Ella tenía puesto un vestido color champagne, con un velo blanco, un ramo de flores y una sonrisa enorme. Él, con un pantalón beige y una camisa blanca, la esperaba ansioso como un chico. El lugar había sido especialmente decorado. Y todos sus amigos y familiares habían dicho presente. Nadie, ni uno, se había querido perder el casamiento del año. Y tenían motivos. ¿Cuál? La edad de los novios, quienes a sus 80 y 95 años, decidieron dar el paso para estar juntos el resto de sus vidas.

María Teresa Cobar nació, hace ocho décadas, en Guatemala, donde tuvo una pareja. Pero apenas quedó embarazada, el muchacho en cuestión la abandonó. Tras dar a luz, y con 26 años, decidió buscar un mejor futuro para su hija en Miami, Estados Unidos. Y aunque no le fue fácil (trabajó como niñera y ama de llaves en distintas casas de familia), logró que la pequeña Ana se desarrollara con más y mejores posibilidades.

Claro que el esfuerzo y la dedicación privó a María Teresa de tener vida social. "Y mucho menos de conocer a un hombre", según ella misma contó. Y agregó: "Nunca se me pasó por la cabeza volver a formar una pareja. Ya estaba convencida de que me iba a morir soltera". Sin embargo, hace siete años (más precisamente en el 2009) todo iba a cambiar.


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El Aventura Plaza's es uno de los tantos asilos que hay en la ciudad. Y es el lugar que María Teresa eligió para "dejar de ser una carga para mi hija y, de paso, estar con gente de mi edad". Y así fue: en muy poco tiempo, gracias a su simpatía, empezó a hacerse amigos. Y rápidamente se convirtió en una de las habitantes más querida por enfermeras y médicos.

Pero el destino le tenía preparada una sorpresa enorme. Y fue el conocer a Carlos, que ya llevaba unos años en el lugar y también venía de capa caída: había nacido en Cuba, tenía un hijo y, en su caso, había enviudado unos años atrás. Sin embargo, la aparición de María Teresa le devolvería la alegría. Y él mismo lo reconoció. "Fue amor a primera vista. Cuando la vi, mi corazón se llenó de alegría". le contó al diario Miami Herald.

Y no exageró. Las charlas, las sonrisas, los juegos y muchas horas compartidas los fueron uniendo cada día más. Hasta que hace unas semanas se les ocurrió una idea genial: querían casarse, sí, convertirse en marido y mujer. Y rápidamente consiguieron una cómplice. Se trata de Allison Almirola, la coordinadora de actividades del asilo en el que ambos viven, quien se enterneció con el pedido de ayuda de los dos.  "La verdad es que no me lo esperaba pero me encantó. Y por eso puse manos a la obra para que vivieran un día especial. María Teresa y Carlos se lo merecían".

Ya sin peros en el camino, el asilo se encargó de conseguir que un juez de paz se acercara hasta el lugar para oficializar el enlace. Y también les brindó ayuda para dejar de punta en blanco el salón de baile del hogar para ancianos.

Con todo listo, llegó el día de dar el sí. Y obviamente sobró la emoción y la felicidad. Ayudada por un andador, María Teresa fue en busca de su amado, quien la esperó (sentado) ante el improvisado altar. Pero luego ambos demostrarían lo que se aman al animarse a bailar el vals. Unos pequeños pasos, es cierto. Pero suficientes como para ponerle un broche de oro a esta gran historia de amor.
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