Jugaba al rugby, le detectaron un tumor maligno y ante cada diagnóstico malo se repetía: "Voy a recuperarme”

Más Noticias
2636012w1000
2636012w1000
- "¿No ves? Dios no existe", le dijo Fernando a su amigo Tomás Marzinelli mientras esperaban el resultado de unos estudios de sangre en uno de los pasillos del Hospital Italiano.

- "¿Por qué decís eso?", le preguntó Tomás.

- "¿Por qué le tiene que hacer esto a una buena persona? ¿Por qué no le toca a otro mal nacido?", afirmó en voz alta y preocupado.

- " Quedate tranquilo, yo de acá salgo caminando", aseguró Tomás con una seguridad de la que él mismo se sorprendía. Pero su suerte ya estaba echada. Hacía varios meses venía lidiando con una molestia en el glúteo y pierna derechos que lo tenía bastante preocupado. Había dejado paulatinamente de jugar al rugby en primera, entrenaba solamente un día de la semana (de los tres encuentros grupales que tenía su equipo) y estaba haciendo boxeo.

Era un lunes de abril de 2015 y, mientras trabajaba en Recoleta, Tomás recibió un mensaje de Whatsapp de su amigo Fernando, que era residente del Hospital Italiano de la calle Perón, donde se había hecho el estudio. " Vi la resonancia, acercate al hospital así hablamos, me acuerdo que me escribió y bromeando le aclaré que no me hiciera ir hasta Almagro y que no jugara al doctor conmigo. Insistió, pero yo le seguía diciendo que tenía boxeo que no iba a ir, hasta que me llamó. Me dijo simplemente que tenía un tumor. Mi reacción fue: ¿un tumor? ¿y es grande? Sí. Venite que lo vemos, me dijo Fer. Esperé media hora, que era lo que me faltaba para irme del trabajo, no le dije a nadie, saludé y me fui al hospital", cuenta Tomás.

"Tiene el tamaño de un embarazo de cinco meses", le dijo Fernando a Tomás en cuanto se reunieron. El siguiente paso fue visitar a un especialista. El Doctor Miguel Ayerza fue quien tomó el caso: "me hizo caminar, moverme, puntas de pie, hacer sentadilla y me indicó una punción en el tumor para ver la histología", explica Tomás.

Cuando los resultados de la punción estuvieron listos, el informe mostró que el tumor era maligno -se trataba de un condrosarcoma en el sacro (S2 a S5)- y había que actuar cuanto antes. Mientras el médico hablaba de lo que vendría, Tomás se hundió en su interior. "Bajé la cabeza, sentí la mano de mi madre apoyándome la espalda. Pensé: cáncer, ¿cómo puede ser? Y me dije: si no te mató hasta ahora, no te va a matar. Todo eso en fracciones de segundos. Lo único que pregunté fue: ¿voy a poder caminar?. Es decir, en mi cabeza yo ya había salido sano y salvo de la cirugía", cuenta Tomás.

En el mes que transcurrió desde el diagnóstico hasta la cirugía Tomás se propuso seguir su vida normalmente. No tomó una gota de alcohol, se alimentó a consciencia porque tenía pensado, y acertadamente, que iba a bajar mucho de peso. No lo dejaban ni correr pero salía a caminar como forma de prepararse para la cirugía. Sabía que el deporte y la alimentación eran todo lo que tenía para salir adelante. "El deporte me salvó la vida y el deporte me la va a devolver", se convirtió en su mandala interno. "Estar tranquilo con mi confianza era fundamental. No quería que nadie, por más positivo que quisiera ser, contaminara mi inquebrantable seguridad".

Tomás visitó a varios especialistas. En todos los casos el panorama que le anunciaban era desalentador: era posible que quedara con un ano contra natura, que estuviera con sonda de por vida, que no pudiera mover el pie derecho, creían que iba a poder caminar pero no era seguro. "Salía de cada visita y le decía a mi vieja: voy a recuperar todo".

Se despertó la mañana siguiente luego de la cirugía. Estaba en terapia intensiva. Su médico pasó a visitarlo para contarle cómo había sido la operación. "La cirugía fue un éxito, Tomi. Sacamos todo el tumor. Te dije que iba a intentar salvar el pie derecho y no pudimos", le dijo. Pero Tomás movía su pie derecho. Todos estaban asombrados en la habitación. Le habían sacado los nervios de su pie pero aún así tenía movilidad. "En ese momento pensé: vas a lograr todo lo que te propongas recuperar", recuerda que dijo para sí mismo.

Una segunda cirugía fue programada a los cinco días para colocarle la estructura que soportara su espalda (implante de la estructura de soporte de cadera y columna) y nuevamente todo marchaba según lo esperado. De a poco, Tomás empezó a sentarse en la cama y a las dos semanas lo trasladaron a una terapia intermedia. "El día que me fui llegué al baño... y cuando me vinieron a buscar hice esperar al camillero afuera y caminé hasta la camilla. Era lo máximo que caminaba hasta el momento... pero le había prometido a Fer que de ese hospital me iba caminando. Al menos llegué a la camilla afuera del cuarto, me fui caminando. Eso fue al mes de la cirugía, exacto", dice con orgullo.

Ya instalado en la casa de su madre empezó a deambular por la casa, iba del cuarto al comedor y luego tuvo la asistencia diaria de una kinesióloga con quien salía a caminar por la calle. "Después usé canadienses, pero los tiré a la semana para caminar sin ayuda. Sabía que si apretaba, mi cuerpo rendía. Por ejemplo, si tenía que subir un escalón o simplemente empezar a caminar, lo hacía con la derecha que era la más débil. Va la derecha, ahora la izquierda. Talón pie dedos, va la otra; no podía caminar si no pensaba lo que estaba haciendo".

Tomás no le daba tregua a su recuperación. A los tres meses de la operación compró pasajes para ir al mundial de rugby con seis amigos, Fernando incluido. Y en septiembre cumplió su sueño: visitó Londres, Bath, Cardiff... y lo hizo caminando. Su familia, su perro Apolo fueron los pilares en su rehabiltación. "Apolo se quedaba todas las noches durmiendo conmigo. Me despertaba y el tipo estaba ahí mirándome. Cuando empecé a pararme y caminar mis primeros pasos me seguía a todos lados con una tranquilidad absoluta, nada que ver con su forma de ser habitual. Había cambiado su comportamineto para acoplarse a mi ritmo, me pareció genial y una muestra de apoyo incondicional. Cuando mejoré y empecé a caminar bien, al cabo de un año de recuperación, ya volvió a tirar la soga como un chiflado y a ser el mismo de antes. Quizás a muchos no les cambie pero a mí me pareció una muestra de afecto inigualable".

"La vida es difícil y cada cual carga sus problemas o sus cimas, como dice Roberto Canesa. El tránsito es duro. Para mí haber tenido que pelear y entregarme a la muerte en la cirugía y hacer todo lo que hago para volver a ser casi el mismo es difícil y, para otros, como Pepe Mayer la vida es una cima inalcanzable pero sigue subiendo día a día mientras nosotros miramos desde la base y nos parece más complicado. Mi recuperación es constante y todos los pasos fueron y son importantes, aunque ni yo me de cuenta".
Te puede interesar
Lo más visto