Padre soltero: “Nunca me compro nada para mí, ellos están primero”

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Ángel Torres acaba de sacar la última tanda del lavarropas: las sogas que cruzan el patio de su casa en Parque Alvear, Villa de Mayo, no dan abasto. Como ese día no le salió ninguna changa, se dedicó a las tareas domésticas.




“La mamá de ellos decidió irse hace diez años. Entonces, les tuve que pedir ayuda a una de mis hermanas y a una vecina para que los cuidaran mientras yo iba a trabajar”, explica el hombre.

En ese momento, Ángel, que nunca fue a la escuela y vivía frente a un asentamiento de la zona, trabajaba como cartonero. “Ahora me dedico a arreglar jardines, pero no hay mucho trabajo”, asegura. Y agrega: “Vivo al día. Por ahí me va bien una semana y junto 2000 o 3000 pesos, pero otra puedo estar parado”.

Hace un año, se mudó al terreno donde vivía su mamá, quien falleció. La casa que está adelante la ocupan dos de sus hermanos y sus hijos. Ángel y los tres suyos viven al fondo, en una de dos habitaciones (en una está la cama de él y la cocina; en la otra, el cuarto de los chicos) y el baño.

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Empezó a cobrar la AUH hace cuatro años, gracias a que una vecina le indicó cómo hacer el trámite. “Fui a la Anses y de ahí al área de desarrollo social del municipio”, sostiene.

Para él, la prioridad es comprarles ropa y zapatillas a los chicos: “Nunca me compro nada para mí. A veces me retan, pero primero están ellos, después yo. Tienen que ir a la escuela bien vestidos”.

Por una asistente social, Ángel llegó a la Casa de la Esperanza y al Centro Educativo San Ignacio, dos obras de la Fundación Manos Abiertas, donde participó de talleres para padres, mientras que Sandro y Fiama fueron a psicopedagogía. Ser un padre solo no fue fácil. “Me costó mucho. No sabía por dónde empezar”, confiesa.

¿Qué sueña para sus hijos? “Que el día que yo me muera ellos estén bien, que terminen de estudiar. Fiama dice que quiere ser abogada. Dios quiera. Para mí, sería un orgullo”, concluye.
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