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La valiente lucha de María para ganarle a la vida y ser mamá
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Superó dos veces un linfoma de Hodgkin. La segunda vez, en medio de la quimioterapia, quedó embarazada y arriesgó su cuerpo para tener a Marcos.
La maravilla de la vida puede transcurrir sin mayores sobresaltos. Se van cumpliendo etapas y viviendo momentos que formarán parte de sus páginas de felicidad y alegría. Sin embargo, a algunas personas esos estados les son esquivos porque la vida les ha reservado su otro costado. El de la adversidad, la dificultad, el dolor y la incertidumbre. A ellos los pone a prueba. Les pide que pongan sus mejores herramientas para salir adelante: la voluntad, la templanza, la fe.
A María Magdalena Valenzuela la vida le venía pasando como a una niña cualquiera. La escuela, los juegos y las amistades formaban parte de su infancia en Andacollo. Hasta que a los 12 años comenzó a experimentar extraños dolores en algunas partes del cuerpo, en especial en su espalda. La fiebre recurrente y algunos problemas gástricos fueron mellando su estado físico y su ánimo.
Ante este panorama las alarmas se encendieron y la consulta médica fue inevitable. Tras algunos estudios complejos, el diagnóstico fue un golpe al corazón. Su cuerpo albergaba la enfermedad conocida como linfoma de Hodgkin, un cáncer que se origina en los glóbulos blancos, llamados linfocitos (parte del sistema inmunológico del cuerpo humano), que comienzan a crecer en forma descontrolada con la posibilidad de extenderse a varias áreas del cuerpo.
Desde ese momento todo cambió drásticamente. Atrás quedarían los momentos felices y comenzó otra etapa cargada de resultados imprevisibles.
Con su corta edad y aferrada a la fe, María decidió cambiar el dolor y el sufrimiento por altas dosis de optimismo y lucha. En esos duros momentos, su amor propio y por la vida le sirvió para afrontar las primeras sesiones de quimioterapia en el hospital Castro Rendón. “Fueron momentos muy difíciles, después de los tratamientos quedaba sin ganas de nada”, cuenta. Largas internaciones en el hospital neuquino y tratamientos ambulatorios en su Andacollo natal le permitieron ganarle la batalla a la enfermedad. La primera prueba estaba superada.
Una dolorosa recaída
Sin embargo, al tiempo tuvo una profunda recaída y la enfermedad regresó con más fuerza. Nuevamente comenzó el ciclo de sesiones oncológicas que marcaron su juventud y, para agregarle más dramatismo a la situación, María quedó embarazada.
“En medio del dolor entendí que esto había sido un mensaje de la vida y una bendición de Dios. No me podía permitir bajar los brazos ya que tenía un motivo para luchar por alguien que me iba a necesitar”, recuerda. En este nuevo proceso su compañero de la vida, José Merino, fue un pilar fundamental para sobrellevar lo que se venía.
Conforme avanzaba la enfermedad, avanzaba la lucha. Pero María tenía que superar otra dura prueba. Una junta médica analizó su situación clínica y le recomendaron que debía interrumpir su embarazo por el riesgo vital que corría.
“Le dijeron a mi compañero que era muy difícil el embarazo y que en esos momentos debía elegir entre la vida del hijo por venir y la mía. Fue muy duro para él y para mí esa triste situación”, dijo María.
Le sugieren abortar
Nadie podrá dimensionar esa disyuntiva que debió padecer esta pareja sabiendo que había una vida en camino. “Hablamos y nos pusimos a orar a Dios pidiendo que hiciera su voluntad. Teniendo una fe increíble decidimos seguir adelante con el embarazo a pesar de todas las sugerencias médicas en contra”, relata.
Esa segunda batalla, María también la ganó. Nació Marcos y ella pudo seguir con su otra lucha. “A veces lo veía muy poco mientras hacía el tratamiento pero me daba las energías suficientes para continuar la pelea”, cuenta sobre los días posteriores al parto.
Esa lucha llegó a su fin cuando en 2016 un último análisis clínico determinó que había vencido otra vez a la enfermedad. María estaba curada. Y era mamá.
El regreso a casa
De vuelta en sus pagos y tras vivir varios años en casas alquiladas, le llegó otra bendición. El municipio de Andacollo le cedió una vivienda para albergar a su pequeña familia. Desde entonces, María, José y el pequeño Marcos comparten este hogar que mejoró notablemente su calidad de vida.
El niño concurre hoy a la sala de 5 años del jardín del Centro Comunitario Rural Evangélico 3 de Andacollo y es amante de la música y sabe tocar con mucho entusiasmo un pequeño acordeón.
“Hay muchas familias que no pueden tener hijos y bien pueden ser adoptantes. La vida debe defenderse a pesar de todas las adversidades que pueda haber en el camino”, dijo María.
En el terreno de los agradecimientos por su “verdadero milagro de sanidad”, María agradece a Dios y a todos aquellos que pidieron por su recuperación, a la fundación APANC, que fue un sostén vital en todo su tratamiento, y a la Radio Minas de Andacollo, que en varias ocasiones hizo campañas radiales para ayudar en su recuperación.
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