Alberto Fernández: "Néstor KIRCHNER fue el mejor presidente de la DEMOCRACIA"

Kirchner
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Así tituló un artículo suyo el actual Presidente de la Nación publicado en “Néstor, el hombre que cambió todo”, el libro que compiló Jorge “Topo” Devoto y que Planeta publica este mes.








«Kirchner te quiere conocer», me dijo Eduardo Valdés.

Era un día de invierno de 1996 y yo había publicado un artículo en Clarín que giraba en torno a la idea de que «la palabra desregular no existía». Empezaba señalando que al escribir esa palabra en la computadora, el Word (toda una novedad de Microsoft para la época) la subrayaba con una suerte de «viborita» roja que la señalaba como mal escrita. Ese error se marcaba, sencillamente, porque esa palabra no se reconocía en el idioma español. Ninguna sociedad vive sin regulaciones y «desregular» quería decir tanto como quitar las reglas. A partir de esa idea, el artículo criticaba las políticas que habían desregulado los mercados y planteaba la necesidad de que siempre existieran normativas capaces de proteger a los más débiles.

En ese entonces, yo era vicepresidente ejecutivo del Grupo Banco Provincia. Néstor había leído el artículo y expresó su deseo de conocerme. Entonces, Eduardo Valdés organizó una cena que se concretó en el restaurante Teatriz, que con el tiempo se convertiría en nuestro lugar de encuentro.

Esa primera reunión puso en evidencia nuestras muchas coincidencias. Sentí que Néstor era el político que yo buscaba y él sintió que yo podía ayudarlo. Hablamos de todos los temas hasta la una y media de la mañana. Él era crítico de las políticas excluyentes del menemismo.

Desde ese día, de allí en más, cada vez que viajaba a Buenos Aires siempre me llamaba para almorzar, cenar o tan solo para compartir un café y una charla.

Al poco tiempo de conocernos llegó la campaña presidencial de Duhalde para las elecciones de 1999. Los dos estábamos convencidos de la necesidad de acompañarlo. En los hechos, Néstor fue el único gobernador que explícitamente lo apoyó. Al mismo tiempo, Duhalde estaba preocupado por la cantidad de peronistas que dejaban nuestro espacio corriendo detrás de Chacho Álvarez. Entonces nos citó a una reunión a Julio Bárbaro, Alberto Iribarne, Jorge Argüello y a mí. Nos planteó ese problema. Me miró y me dijo: «Vos que sos amigo de todos los progres que tiene el peronismo, por qué no me ayudás a armar un grupo».

Así empezó a formarse el grupo que se reunía en el Banco Provincia y que después se convirtió en el Grupo Calafate. En un inicio sumamos a Norberto Ivancich, Miguel Talento e Ignacio Chojo Ortiz. Después el grupo fue creciendo. Entonces llegaron Mario Cámpora, Elvio Vitali y algunos otros. Los medios empezaban a decir que había una nueva usina de pensamiento, un poco parecido a lo que después fue el Grupo Callao, con más volumen en aquel momento.

Un día Néstor me dice: «Che, ¿por qué no la metés a la flaca en ese grupo?». Claro que las relaciones entre Cristina y Eduardo Duhalde no eran la armonía perfecta. Así que decidí informárselo a Duhalde como un hecho consumado.

El grupo almorzaba en el comedor del Grupo Banco Provincia. Cristina se sumó y estábamos discutiendo dónde y cómo realizar el primer encuentro. Yo proponía, como después lo hice con el Grupo Callao, que fuera cerrado, de reflexión, que no fuese fácil acceder, y quería que el primer encuentro fuera en un lugar alejado. Mi idea era que los periodistas pudieran estar presentes y escuchar los debates, pero que nosotros no hiciéramos declaraciones ni diéramos entrevistas. Cristina propuso hacer la primera reunión en Calafate. En ese momento, ninguno de nosotros sabía qué era Calafate. Pero nos convenció.

Cuando la reunión se concretó, éramos poco más de veinte personas. Se sumaron «el Bebe» Righi, Carlos Kunkel, Ana Jaramillo y Mari Feijoo, entre otros.

La segunda reunión del grupo fue en Tanti, Córdoba, y ahí se produjo una tensión entre Néstor y Eduardo. Porque el encuentro lo cerraba Duhalde, que llegó acompañado por «el Chiche» Aráoz, su jefe de campaña. Eso le molestó mucho a Néstor. La reunión era en una mesa cuadrada grande, yo estaba al lado de Duhalde, lo presenté y cuando empezó a hablar, Néstor se levantó y se fue. Todos los periodistas vieron la escena.

Con disimulo dejé mi lugar y me fui detrás de Néstor, que estaba furioso. Traté de calmarlo teniendo en cuenta que estábamos terminando una campaña que pronosticaba una derrota segura. Nos fuimos a caminar y lo convencí de que volviera antes de que terminara de hablar Duhalde. Al final, se sacaron una foto juntos.

Las características de esa relación obviamente fueron muy importantes años después, en la definición de la candidatura a presidente de Néstor. En el 2000, cuando había ganado la Alianza y había tanta expectativa, nosotros pensamos que era posible que ellos reeligieran. Por lo tanto, trabajamos con el objetivo de que Néstor fuera candidato en el 2007.

Un día me llama y me dice que viene al día siguiente a Buenos Aires, que quería hablar conmigo. Nos encontramos en un bar en la plaza Vicente López, que se llamaba Ópera Prima. La dueña del bar era la hija de un ex militante montonero, Juan Añón. Íbamos siempre ahí, tenía libros y era un bar literario. Me acuerdo de que allí, Néstor volvió a repetirme algo que ya me había dicho mientras caminábamos en Tanti: «Nosotros tenemos que dejar de ser el ala progresista de un partido conservador». Así hablaba del peronismo. Y agregó: «Creo que ahora tenemos que empezar a ser nosotros mismos, tenemos que lanzarnos ya a construir nuestra fuerza. Al primero que se lo digo es a vos, porque no hay nadie más en Buenos Aires que me ayude. Si vos me decís que no, no puedo hacer nada».

Yo ya había sido electo legislador porteño y recuerdo que le dije: «Bueno, quedate tranquilo, hay un legislador kirchnerista en Buenos Aires». Y le comenté que le iba a avisar a Duhalde. Esa misma tarde fui a verlo a unas oficinas que tenía arriba del Café Tortoni. Le conté la conversación y le dije: «Quiero serle franco, a partir de este momento voy a trabajar con Néstor». Nos habíamos fijado dos propósitos: queríamos ser parte de la discusión del 2003 y que Néstor fuera candidato en el 2007. Duhalde me dispensó una mirada incrédula, como si Néstor y yo fuéramos dos quijotes que no entendían nada. Así, como queriendo salir rápidamente de la escena, me dijo: «Sí, metele». Me di cuenta de que me trataba como si fuera un delirante, pero sentí que me sacaba un peso de encima, porque yo le había dicho lo que tenía que decirle.

La presidencia

Néstor tenía sus convicciones y su trayectoria. Asumió en un momento complejo para la Argentina, en pleno default, con los porcentajes de desocupación más altos de la historia, con el aparato productivo y el tejido social muy dañados. Él entendía la política como herramienta de reparación de la injustica y como motor del cambio social.

Fueron años de creciente sintonía política en la región. El modelo de especulación financiera no solo había estallado en Argentina, también había hecho eclosión en otros países.

Algunas empresas privatizadas habían tenido actuaciones más que cuestionables. La primera estatización de Kirchner fue el Correo Argentino, anulando la concesión a Socma, de la familia Macri. Eso fue parte de un Estado que recobraba una participación activa para impulsar la economía y regular los servicios públicos. Después se derogó la ley de flexibilización laboral, conocida como «Ley Banelco».

Su primer 24 de marzo como Presidente, Kirchner ordenó descolgar los cuadros de los dictadores Jorge Rafael Videla y Reynaldo Bignone que aún se exhibían en las paredes del Colegio Militar. Ese mismo día firmó el traspaso de la ESMA a los organismos de derechos humanos.

Néstor sabía que el 2005 era la posibilidad de consolidar su liderazgo político. Él estaba convencido de que iba a salir bien. Y tenía razón. Lo habían acusado hasta el cansancio de ser «el Chirolita de Duhalde». Todos sabemos que nunca fue eso, pero la elección donde Cristina le ganó por amplio margen a Chiche abrió una nueva etapa. Otra vez era necesario dirimir en las urnas la situación del peronismo.

La Corte Suprema declaró inconstitucionales las leyes de Punto Final y Obediencia Debida, aprobadas en 1986 y 1987. También Néstor responsabilizó al propio Estado por su actuación ante el atentado a la AMIA. El decreto señalaba «la responsabilidad que le incumbe (al Estado argentino) por no haber adoptado medidas idóneas y eficaces».

También en el 2005 fue la Cuarta Cumbre de las Américas, donde planteó su rechazo al proyecto del Área de Libre Comercio de las Américas (ALCA) considerando que ayudaría muy poco a la convivencia democrática de los pueblos. Y se generó una enorme química con Lula, con Chávez y con otros presidentes.

Poco después anunció en la Casa Rosada que cancelaba de manera anticipada la deuda con el FMI, para «ganar grados de libertad para la decisión nacional». Otra decisión histórica.

El gobierno rescindió el contrato de concesión con Aguas Argentinas por diversos «incumplimientos en la prestación del servicio». Mediante un DNU creó la empresa estatal Aguas y Saneamiento Argentino (AySA).

Hubo momentos dramáticos. La desaparición de Julio López y el asesinato a quemarropa del docente Fuentealba estuvieron entre los que más estremecieron a Néstor.

A mediados del 2007, el Frente para la Victoria anunció que Cristina sería la candidata presidencial. Y junto a Néstor ampliamos el Frente para incluir a sectores del radicalismo. Se ganaron 19 de las 24 provincias, y se obtuvo mayoría en ambas cámaras. Además de ganar en primera vuelta.

Para mí, en el gobierno de Néstor hubo tres momentos decisivos. El primero fue terminar con la mayoría automática de la Corte Suprema. Al inicio del gobierno, el juez Nazareno dijo públicamente que si los jueces de la Corte lo querían, podían volver a dolarizar la economía. Néstor llegó furioso a la Casa Rosada. Al mediodía me dijo: «Vamos a almorzar a Olivos». Y me contó: «Nosotros tenemos que avanzar; cómo van a hacer esto, con esa amenaza no nos quieren dejar gobernar, son terribles. Hagamos ya un discurso, lo grabo y anuncio que voy a pedirles el juicio político a los que forman la mayoría automática». Por cadena nacional, el Presidente le pidió enérgicamente al Congreso Nacional que iniciara el juicio político contra algunos miembros de la Corte Suprema de Justicia.

Fuente: Infobae.
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