La historia de "El Yarco" destaca en medios nacionales: "triunfa en el exterior"
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Será muy difícil extirpar del habla de los argentinos frases como “¿Qué gusto tiene la sal?”, “Angueto, quedate quieto”, “Sumbudrule”, “Ea, ea, ea, pé, pé”, “Un kilo y dos pancitos” y “Más rápido que un bombero”. Estas y otras de las famosas frases de Carlitos Balá quedaron en la memoria y el corazón de la gente que festejaba las desopilantes ideas del cómico popular que explotó su talento desde su aparición en TV en 1961. Y no se detuvo más. Hasta hoy, cuando murió a sus 97 años.
Sus inicios fueron en la radio, pero en la televisión encontró el éxito y la explosión de sus ingenios. Se presentaba con su característico peinado de pelo lacio con flequillo que mantuvo hasta sus últimos días. Miles de chicos lo imitaban, para espanto de directivos y maestros que preferían el pelo cortito. El problema mayor de las maestras era el “¡Sumbudrule!”, que consistía en pasarle a un compañero la mano por la cabeza como una araña, cuando estaba distraído. Este gesto desesperaba a los docentes, hartos de escuchar en la fila: “Señorita, fulanito me hace sumbudrule”.
Sin dudas, la gran estrella de su programa fue el chupetómetro: un recipiente cilíndrico de dos metros de largo donde miles de chicos a diario depositaban sus chupetes a pedido de su ídolo Balá.
Ortodoncistas agradecidos de por vida con el artista. Su campaña para que los niños dejaran el chupete tenía algo más profundo que una razón dental. El conductor les enseñaba a desprenderse, a elaborar los primeros adioses, a dejar ir y seguir. Así lo interpretaban los psicólogos, que celebraban esos enormes receptáculos de chupetes que reinaban en el viejo canal ATC.
“Nunca los conté, ojalá lo hubiera hecho, porque hubiera entrado en el Guinness. Dos, tres millones, qué sé yo”, recordó Carlitos en una de sus tantas entrevistas a lo largo de su vida.
En aquellos tiempos, el “boca a boca” era la única manera de “viralizar” una frase. Cuando Carlitos preguntaba “¡¡¿Qué gusto tiene la sal?!!”, todos los chicos y grandes al unísono contestaban gritando: “¡¡¡Salaaaadaaaaa!!!”. La idea nació en 1969, en una tarde tranquila en Mar del Plata.
Un chico lo miraba atento y Balá haciendo como que no lo veía preguntó varias veces en voz alta: “¡El mar, ¿Qué gusto tendrá el mar?”. El nene permanecía silencioso y él siguió: “Ahhh, el mar tiene gusto a sal. Pero, ¿qué gusto tiene la sal?”. Y antes de salir corriendo, el niño le respondió. “¡Pero, qué gusto va a tener la sal! ¡Salada!”. Y así nació un éxito que atravesó cuatro generaciones.
Angueto, el perro invisible, surgió en una tienda en Disney. Carlitos siempre atento encontró una correa rígida y se le ocurrió el chiste del perro. “Un turista que estaba al lado se asustó y me gustó la idea porque pensé que podía ser un buen personaje. Cuando llegué a Buenos Aires, mandé a hacer una correa similar y le puse Angueto por mi hija Laura. Cuando era chica, con mi mujer le decíamos ´Anguetita´, una palabra inventada”, recordaba entre risas el querido cómico popular.
Carlitos Balá es la bala emocional que atraviesa el pecho argentino. Basta un “Sumbudrule” o “Un kilo y 2 pancitos” para un formateo, un reinicio que nos lleva a la infancia. Tal vez sea el único ídolo infantil que quedaba en el corazón de aquel niño que fuimos.
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