Madre e hijo tenían tumores, ambos se SALVARON DE MILAGRO

Interés General
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"Pasale la sonda y destapalo", le dijo Gabriela a una de las neonatólogas que formaba parte del equipo que la asistió ese día en el parto de su tan soñado y esperado primer hijo. "Le estamos haciendo estudios hasta que llegue el cirujano", le respondió la médica.

"Escuche la palabra cirujano y miré a Alfredo, mi pareja. ¿Qué dice ? ¿De qué cirujano me habla? No comprendía cómo a Fran, mi bebé de 3,050 kg, lo iba a abrir un cirujano. Sólo repetían quédate tranquila es una obstrucción. Yo, como buena negadora, anulé las palabras que salían de la boca de los especialistas. Hoy me río. Cuánta ignorancia. Pero la agradezco, porque en algún punto hace que nos mantengamos a resguardo de la dura verdad", relata Gabriela.

Francisco había nacido con una malformación que se denomina atresia de esófago (la parte superior del esófago termina y no se conecta con su parte inferior ni con el estómago). Pasaron las horas, llegó finalmente cirujano y con tan solo seis horas de vida el pequeño bebé entró al quirófano.

Había llegado el día de San Ramón Nonato, patrón de las embarazadas. "Qué no prometí, qué no pedí. Uno hace de todo. Cree en la alopatía, se aferra, te traen estampitas; fui a ver brujas, curas sanadores, templos budistas". Pero Fran continuaba internado. Luego pasó a una sala de menor gravedad, después a terapia terapia intermedia. "Finalmente estuvimos en casa. Era milagroso verlo, tenerlo. Y así creció".

Francisco ya tomaba teta, pero había que tenerlo semi-sentado porque colapsaba su tráquea y se ahogaba. Tosía. Se broncoaspiraba. Hacía neumonías a repetición. Y así fueron pasando los días entre internaciones y estudios. A los seis meses, Gabriela y su pareja de ese momento se separaron. Todo siguió su curso. Ya a los 4 años, Francisco pudo empezar a asistir por algunas horas a un jardín de infantes. Fue en ese tiempo que la familia tuvo que enfrentar otra dura noticia: Fran tenía otra malformación, esta vez en el corazón. Había que operarlo a cielo abierto.

"Yo estaba de novia hacía muy poco con Guillermo, un ser excepcional y compañero único. En ese momento, Fran no estaba bien de sus pulmones. Por eso se pensó en una cirugía de corazón y ver si con la misma apertura sacar el tejido necrosado de sus pulmones. Seguimos esperando. No era conveniente. Su pediatra y su neumonólogo siguieron de cerca cada posibilidad. A los 6 años de Fran nació Lucho, nuestro primer bebé con Guille. Fue tan fácil. Fue tan maravilloso ir a parir, que me llevaran el bebé ala habitación y poder dar la teta".

Pasó un año y ya era inminente la operación de Francisco. Faltaban tan solo cinco días y Gabriela, casi en forma refleja, fue a un centro de traumatología para que la revisaran. Hacía meses que venía con dolores fuertes en la espalda. "Típico, dar la teta, los nervios y las contracturas por la cirugía que se aproximaba seguramente estaban haciendo estragos mis cervicales. Pero me mandaron a hacerme una resonancia y no me dejaron salir. Tiene un tumor en la médula, me dijeron. Hay que operar cuanto antes".

Los médicos evaluaron a quién operaban primero. Decían que lo de Fran se podía posponer, porque estaba programado. La urgencia a resolver era el tumor de Gabriela. "Pero me puse firme y decidí que primero iba a ver que mi hijo saliera de su cirugía y luego me entregaría al quirófano. Fran fue operado, la cirugía duró seis horas. No puedo poner en palabras esa espera. Salió de bomba, fueron las últimas palabras que escuché y me desplomé".

A la semana Fran pudo volver asu casa. Y en diciembre de ese año Gabriela entró al quirófano. "Lo hice sabiendo que Fran estaba bien, que su hermano Lucho ya estaba empezando a caminar y que, quizás, yo dejaría de hacerlo".

Recuerda que la rehabilitación fue una de las experiencias más dolorosas que jamás atravesó. Al principio estaba en la cama con derivados de morfina. Le habían explicado que iba a recuperar la sensibilidad desde la periferia al centro: al comienzo no levantaba los brazos, el cuello no giraba, pero con el tiempo todo se fue acomodando y finalmente recuperó la rotación de la espalda. "Me hundí en mi interior, conocí la ira, el dolor, la esperanza, la fortaleza, la resignación, la batalla, la solidaridad. Derrumbé los miedos y no dejé que me ganaran. Volví a bailar folklore después de 22 años, tuve a Antonio. Trabajo ayudando a que las personas planifiquen sus vidas desde lo financiero, ¡porque sé de imponderables!".

Dice que embarazarse de "Toto" (Antonio) fue absolutamente sanador. Después de la cirugía los dolores de espalda eran constantes. "Cada día abría los ojos y me invadía ese dolor que no había dejado que descansara. Rogaba a Dios y al universo que pasara pronto hasta que me dormía nuevamente sedada del cansancio por el sufrimiento". Ya tomaba menos derivados de morfina pero mucho paracetamol. "Al embarazarme se me fueron casi todos los dolores. El cirujano me explicó que tomaba uno de los mejores calmantes sin darme cuenta: la progesterona natural produce el cuerpo durante la gestación".

Fran hoy tiene 16 y Gabriela 42. Siguen con controles, pero se sienten bien. Tan bien que hace tres años la familia decidió que quería devolver, de alguna forma, lo que la vida les dio. Forman parte de un programa de acogimiento familiar. "Creíamos que cuidar en casa a bebés hasta que se resuelva su situación judicial sería una forma de devolver lo generosa que ha sido la vida con nosotros. La parte más difícil sin duda alguna es el adiós. Pero es el dolor más lindo que vivimos jamás. Ver llegar a los padres de esos hijos que cuidaste para ellos, es mágico. Aprendí que hay que agradecer todos los días por la abundancia en la que vivimos. Queríamos hacer algo que nos llenara el alma y lo hacemos entregando lo más maravilloso que tenemos los seres humanos: tiempo y amor".

Fuente: La Nación
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